Que hermosas son las perlas, aun así debemos saber que son producto del dolor. Toda perla es la consecuencia de una ostra que ha sido herida por un grano de arena que ha entrado en su interior. Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas.
En la parte interna de la ostra se encuentra una sustancia llamada “nácar” y cuando un grano de arena penetra en la ostra, esta lo recubre con capas de nácar para protegerse. Como resultado, se va formando una hermosa y brillante perla.
En nuestras vidas vemos ejemplos parecidos. Antes de que nosotros podamos vivir vidas diferentes, tenemos que ser transformados en nuestro interior, pues la vida no emana de afuera hacia adentro, sino de adentro hacia afuera.
La transformación viene de la renovación del entendimiento, y la palabra entendimiento viene del griego “nous” (MENTE) modo, pensar. La palabra «entendimiento» se traduce en MODO, PENSAR. Así que de acuerdo con esta definición la transformación solo es posible cuando renuevo mi modo de pensar o mi mente. La palabra renovar viene del griego “anakainosis” renovación, esto es, el ajuste de la visión moral y espiritual y del pensamiento a la mente, que tiene como propósito llevar a cabo un efecto transformador sobre la vida. De acuerdo con esta definición, la renovación de mi manera de pensar es ajustar mi mente y mantenerla ocupada.
El dolor derriba nuestras estructuras y certezas y nos deja en Nada, que es la condición básica de la espiritualidad, nos permite entrar en la conciencia de la simplicidad más sublime donde todas las almas se hacen Una.
El dolor es un gran purificador, arrasa con nuestro orgullo, quema todo lo viejo, las protecciones que ya no nos sirven; nos derriba y por tanto nos permite pasar a nuevas etapas. Destruye nuestras seguridades y nos deja desnudos , donde ya no hay creencias que sirven, ni respuestas clichés, ni frases hechas, donde sólo el aliento de nuestra alma nos podrá rescatar con el mensaje que en una mirada trasciende la pequeñez de lo inmediato, todo está bien.
El dolor aceptado y resuelto en conciencia, nos aportará siempre amor, creatividad y sabiduría.
Quizás lo que más nos haga sufrir sea el intentar no sufrir, oponernos a ese flujo transmutador, limpiador que es el sufrimiento. La energía que usamos en negar nuestra verdad se vuelve contra nosotros en forma de nudos corporales, bloqueos y nos iremos poniendo rígidos, duros, encostrados, defendidos, negados y hasta crueles.
La alternativa sana es aceptar su presencia y, en total claridad dejar que actúe en nosotros soltándonos y permitiendo las transformaciones que nuestra alma quiere y que nuestra razón no puede entender. Dejar que el tiempo nos vaya diciendo adonde nos llevará y que regalo nos dejará.
La comprensión de que todo proceso de transformación acarrea los dolores que ponen en evidencia nuestros apegos es vital, para no entender que el vivir sumidos en el drama es un fin en sí, sino un medio para conocernos y despejarnos.
Quizás si la mayor ganancia social que busquen las personas sufrientes, o que viven exhibiendo sus dramas, sea suscitar la compasión y con ello la atención y el aprecio de los otros, es sólo otra de las trampas que nos mantienen ligados y apegados al dolor. Vivir como víctima puede traer la ganancia de llamar la atención, pero es agotador y no nos permite abrirnos a conocer la sintonía auténtica con el otro, de corazón a corazón, de mente a mente, de alma a alma, puesto que siempre nos estaremos ubicando en un papel de víctimas y no de un igual con el cual se puede contar.
Lo mejor que podemos hacer ante un acontecimiento que nos hiere es perdonar, aceptar y seguir. Cubre tus heridas con varias capas de amor, recuerda que mientras mas cubierta esta la herida, menos dolor sentirás. Aprendamos a perdonar, comprender y transformar el dolor en una perla.
“Una perla es una herida sanada por el amor”
Gracias por tomarse el tiempo de leer esta publicación, espero sea de su agrado y de utilidad. Hasta la próxima!