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Hoy será diferente. Tú lo sabes. No sé cómo irás vestido. Solo sé de tu pañuelo rojo en el cuello. Esa será tu distinción. Luego el lugar y la hora. Nada más y nada menos. Me he duchado dos veces antes de salir. Me gusta estar limpia. Solo para ti. Que no huelas nada extraño. Solo las dos gotas del perfume de doscientos euros.
Después iremos a mi apartamento. No está lejos del centro. Primero entraré yo. Después tú. No me gusta que los vecinos anden murmurando. Tú sabes a lo que vas. Ya me reconociste que te gusta jugar al límite. A mí también. Estar en esa frontera tan difusa del placer y el dolor, en la que no sabes qué es una cosa y qué es otra.
En mi apartamento tengo un traje de latex rojo, unas esposas, las pinzas de acero, las bolas y un látigo corto. Sí, lo dijiste, que te encantaría verme de rojo, que te excita mucho verme así, como en la foto que te envié. También tengo el cuchillo de dos filos, de esos de montaña. Eso no te lo dije.
Lo que tú no sabes es que a mí me gusta llegar aún más lejos. Si te portas bien y me sorprendes, quizás puedas volver a tu casa. Si no, tendrás que pagar tú la cuenta y esa cuenta no creo que puedas pagarla, bueno sí, pero solo con tu vida.
Al final serás otro muñeco roto, de esos de usar y tirar. Estos son mis juegos.
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