Luces de Neón

in story •  7 years ago  (edited)

Estábamos de pie en la acera y contemplábamos a un muerto de algún accidente por alta velocidad. Ella y yo, unidos por algo en especial, quizá ese sentimiento de no pertenecer aquí. Tal vez en mi limbo ella era una guía, una luz al final del túnel. Sus ojos café me miraban desde abajo, como analizándome. Ella creía que yo sabía, y yo pensaba en lo contrario. Ahora nos encontrábamos por fin juntos, de pie en alguna plaza abandonada, en una ciudad de cuerpos inertes, sin alma.

Apretó mi mano por 10 minutos, tan fuerte que pensé oir el crujido de mis huesos. Su sudor se mezclaba con mis manos frías, seguro habría yo de estar nervioso ese día, por volver a verle. Caminamos dos metros, así, estrujándonos las palmas de las manos, aplastando sus pequeños dedos. Un gesto de egoísmo caminar unidos de esa forma por la calle. Atravesar el mundo ignorado por nosotros.

Ahora no hablábamos mucho. Antes ella era un rompecabezas y me gustaba hurgar en todo lo que le gustaba. No podía concentrar mis energías, me tomaba en un cohete y me expulsaba afuera, allá donde la gente no sabe lo que es el sentido común. Mientras caminábamos recordé mis errores y sus aciertos.

Me preguntaba y me preguntaba otra vez. Los dos seguíamos absortos en una despedida falsa, esperando la partida eterna. Ella miraba a su lado y yo hacia al frente, así era siempre que caminábamos. Sus ojos descuidados se reían de los perritos callejeros, de las madres de 16 años o los autobuses abandonados en una ciudad que es una copia barata de otra europea.

En ocasiones sentía ganas de morderle el hombro, pero no haría eso en medio de la calle. Carmen sería capaz de lanzarme una cachetada y yo me sobaría, riéndome. Todos se asombrarían del espectáculo. Bueno, así transcurrían nuestras tardes. Faltaban 10 minutos para llegar al lugar donde comeríamos tranquilos. Me sentía seguro esa vez. Nada malo podría pasar, Carmen no tendría excusas.

-Quizá Dios lo sabía. Por fin estarías bien conmigo
-Pura paja Carmen, yo no creo en Dios.
-En alguna vaina tienes que creer, gafo. Al menos cree en mí

Me reí, me reí tan duro que casi la hago llorar, es que me reía de ella. La persona en la que menos creería sería en ella. Yo la amaba, pero no le creía. No me creía tampoco a mí mismo que la amaba. Ahora era yo el banco de acero en medio de una tormenta de nieve. Era el alma sucia, la mente maestra.Habíamos llegado al restaurant.

Algún lugar estúpido que ella escogió. Supuse era barato por las luces que tenía de neón. En algún momento extraño me quedé parado en el umbral de la puerta. Ella pasó tranquila y yo me quede atascado, solo podía retroceder. El pánico se me hizo asfixiante, comencé a sentir estallidos de electricidad en mi pecho. Carmen me gritaba, me llamaba a solo centímetros de mí, sentía su perfume todavía, pero no podía pasar. Quise abrazarla tan fuerte y que mi apretón le dejara una marca. No, ahora no quería que se fuera.
Otra vez la electricidad en el pecho. Ahora me dolía la pierna, los brazos, el torax. No podía siquiera caminar, me desmayé de espaldas a la calle. En el momento en que abrí los ojos vi a Carmen, estaba dormida, con sangre en la cara. Estaban todos colocándome en alguna camilla dura y pequeña.

En la ambulancia lloré como nunca. La despedida no debía ser así. Cuando tuve la oportunidad de amarnos como siempre debí hacerlo, fallé. Una vida de injusto cariño compartido sería ahora enmendada en la eternidad de algún restaurante con luces de neón, en ese cielo que ella construyó.

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  ·  7 years ago (edited)

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