Vamos a ver si sobre el ya conocido postulado (se asume como mío, en boca del filósofo) según el cuál el filósofo se sitúa más allá del bien y del mal, encontrándose por encima de la ilusión del juicio moral. Este postulado deriva de un descubrimiento que he sido el primero en formular: No hay hechos morales, como una regla absoluta e inquebrantable.
Así ya está la concepción de relatividad moral y de relativismo en su valoración de un nuevo sujeto, superador de moralidades arcaicas y futuras.
El juicio moral; como el religioso, o de cualquier tipo se fundan en realidades ilusorias. La moral, termina siendo un sentido extramental pero acuerdo sin base fundante ni menos telos o finalidad fundante última.
Volvemos a los juegos del lenguaje de los sofistas o del flatus vocis medieval; y no es sino una interpretación de determinados fenómenos y más propiamente: una mala interpretación. Al modo de cómo David Hume, busca una negación categórica y vital de todo pensamiento valioso de causalidad y con ello de avances en las ciencias más diversas y todo el sistema del mundo construido desde la filosofía sus derivadas y la ciencia.
Semejante al juicio religioso, como es la moral; no es que la moral caracteriza un nivel de la ignorancia en que falta aún la noción de lo real, la discriminación entre lo real y lo imaginario; de modo que en este nivel la "verdad" que no es otra cosa que lo que le designa sin excepción cosas que hoy día llamamos "ficciones dogmáticas". Porque son incuestionables hoy por hoy... pero no nacieron así.
Aquí la omisión terriblemente arbitraria y que la genialidad y la talla de Friedrich Nietzsche, no puede dejar de ver es alguna muy fundamental y necesaria como consecuencia de su sapiencia y formación.
El sabe que el discurso religioso, filosófico y teológico; fueron como tales primeros que los lenguajes de la ciencia moderna y por ello, es que ésta pretendió deshacerse de la carga genética del ADN METAFÍSICO, TEOLÓGICO Y FILOSÓFICO QUE LA PRECEDIERON, pero ella posee más ADN de ellos en su génesis de la que estarían muchos dispuestos a reconocer y viceversa.
Haciéndonos seres tan pocos necesitados como individualidades y colectividades de las razones epistémicas hasta el día de hoy, que priman entre nosotros la norma moral que hay en nosotros al decir de Kant, y que nos permite hacernos alejarnos de dioses o lo sagrado solamente para acercarnos a otros: que terminan siendo ídolos frente a los primeros.
Por ello la obra del El Ocaso de los ídolos. Ha sido parte como afirmará en la obra ya genérica y en su lectura una destrucción del lenguaje mítico por el mito de que no vivimos con mitos; que podemos sobrevivir sin mitos; y ese es el único mito falso y que no puede aceptarse.
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