Tantos golpes por el ir y venir de las olas, recordando las cosas simples, las que no tienen importancia, pero te hacen realmente feliz, sin necesidad de ser un premio Nobel, o el final de la tesis de maestría. Una portería armada con mochilas. La cancha, el patio trasero de una iglesia. La afición, los santos que duermen en el interior del templo. El premio, un par de chelas calientes guardadas en los alcantarillados. Es todo lo necesario para hacer sonreír a la luna. No importa si la alarma sísmica sonó segundos antes, o si te enteras que las elecciones fueron compradas una vez más, o si no has pagado el alquiler… correr hasta la portería rival y olvidarlo todo en el tránsito, olvidarlo todo mientras vas dejando el oponente atrás, olvidarlo todo mientras gritas el gol soñado.
La noche me besa, ya no perteneceré al grupo de los 27 como Kurt Cobain, soy una pieza del pasado, disfrutando los pequeños momentos, dejando lo épico en el sueño de la infancia, en el recuerdo de países que ya no me pertenecen. Tan sólo un instante…Abrazo mi soledad de viajero, mi amada soledad, y no hay miedo de perder nada, porque yo no tengo nada. Sólo documentos falsos.La noche me besa. Alzo mi trofeo en forma de botella de vino blanco, y como Jin Morrison me entrego al infierno…Es la noche de ciudad de México, los mezcales llenan cada rincón de los cuerpos de los jugadores. La iglesia suena las campanas, quiere que nos vayamos, quiere que nos entreguemos, pero es tarde, estos pibes pertenecen a otra religión… La virgen de la Guadalupe tendrá que ser la madrina de este equipo de borrachos…