Ya no es la botella de vino.
O el oso de peluche.
Todo ha cambiado para nosotros.
Sólo vuelan pastillas.
Analgésicos envueltos para regalos.
Cajas de jarabes para la tos con moños color rosa
Todo escondido en una maleta.
Cada vez que las pastillas vuelan la vida se alarga.
Un mes.
Dos meses.
Tres meses.
Lo que el migrante pueda mandar.
¿De qué país venimos?
Hemos descubierto la cárcel.
Ni siquiera una tarjeta de navidad.
Es tan poco lo que despega en un avión.
Tan poco lo que aterriza en un avión.
¡Una mierda!
Sus corazones son frágiles.
Más de ochenta años.
Necesitan de todo tipo.
Para la tensión.
Para la presión.
Para el corazón.
Para el infinito.
El estado apaga las luces de la navidad.
De sus vidas.
Por eso estamos aquí.
Los migrantes no podemos dejar a los abuelos.
Son nuestros abuelos.
Los equipajes son tan distintos.
El país ha cambiado.
Ellos lo han cambiado.
No sabemos dónde está el principio…
“el principio”