La persecución y destrucción de los Caballeros Templarios se produjo en el siglo XIV por iniciativa del rey Felipe IV de Francia (1268-1314), quien por intereses económicos y políticos, embistió con todo su poder a la Orden del Temple. Y el Papa Clemente V (1260-1314), que no estaba en Roma, sino en Avignon (Francia), era objeto de los caprichos del rey Felipe, quien lo controlaba políticamente.
La historia
La Orden de los Templarios, llamada también “Orden de los Pobres Caballeros de Cristo” o “del Templo de Salomón”, era católica y no tenía nada que ver con los cátaros como afirman algunos, ni con sectas o herejías de la época. Surgieron en el contexto de las Cruzadas para defenderse del Islam y era simplemente una orden monástico-caballeresca católica. Fue fundada en 1119 en Jerusalén por Hugo de Payens, tras la primera cruzada, con el ideal de defender Tierra Santa. Se conoce que tenían una muy buena organización administrativa y llegaron a poseer muchos bienes y a ser una de las instituciones más ricas de su tiempo.
No están claras las verdaderas razones por las cuales el rey Felipe, llamado “el hermoso”, de Francia, arremetió contra ellos con todo su poder. Algunos autores suponen que estaría endeudado con ellos o que deseaba acrecentar el tesoro real con las riquezas de la Orden. Todas las opiniones apuntan a un deseo de poder y control por parte del rey francés.
El viernes 13 de octubre de 1307 Felipe ordena el arresto de todos los templarios en territorio francés acusados de herejía y comportamientos escandalosos. La detención de la Orden provocó la protesta del Papa Clemente V, pero el rey lo convenció con las confesiones obtenidas bajo tortura. Presionado por el rey, el líder de la iglesia católica decretó la detención de los templarios en todos los territorios cristianos. Así, fueron ejecutados en 1310 en París. Finalmente, en 1312 fue suprimida la Orden definitivamente.
¿Existieron Templarios después del siglo XIV?
Muchos sostienen que la orden habría sobrevivido durante varios siglos, sin embargo no hay rastros históricos de ellos ya en pleno siglo XV, aunque sí se hayan elaborado mitos y leyendas en torno a su figura, sobre todo entre masones y esoteristas. Massimo Introvigne, con gran detalle ha investigado y aclarado el tema:
“…Después de la supresión, la Orden sobrevivió algunos decenios fuera de Francia, pero a comienzos del siglo XV –como muy tarde– los Templarios habían desaparecido por completo. La tesis de que hayan subsistido en secreto la ha calificado Régine Pernoud (1909-1998), al igual que otros especialistas en historia medieval, como “enteramente demencial” y ligada a pretensiones y leyendas “necias sin excepción”.
La masonería, nacida en Inglaterra, se presentó a sí misma como heredera de los gremios medievales de la construcción, que englobaban tanto a los arquitectos como a los simples albañiles. Desde cierto punto de vista, se trataba de un origen demasiado “humilde”, que la aristocracia de la Europa continental aceptaba con dificultad. De aquí que se elaborara la leyenda de los caballeros perseguidos que, para continuar sus actividades, se habrían “ocultado” en los gremios ingleses y escoceses de constructores libres. Y fue sobre todo en Alemania donde a estos caballeros misteriosos se les identificó con los Templarios. Este es el origen de los «grados templarios» de la masonería..”
Durante mucho tiempo se acusó al Papa Clemente de perseguidor de los Templarios, pero en realidad fue sumiso al rey francés. Contra las falsas acusaciones al papado de Clemente V en el juicio a los Templarios que pueden leerse en incontables libros, hubo un reciente hallazgo. El 13 de diciembre de 2001 se encontró en el Archivo Vaticano un documento pontificio donde el Papa Clemente V absuelve de la condena a los Templarios un año después de abierto el proceso en Francia contra la orden.
Según la investigadora y protagonista del hallazgo, Bárbara Frale, “fue un complot y el Papa intentó detenerlo con la absolución, pero no lo consiguió, porque el rey francés respondió con un proceso de brujería contra el anterior pontífice, Bonifacio VIII, y había un riesgo de cisma en la Iglesia de Francia”. En aquella época el monarca francés impuso finalmente su autoridad sobre la del papa. Cierto también es que la suspensión de la Orden no fue definitiva, el documento preveía restablecerla luego de su arrepentimiento, pero Clemente V murió y ningún pontífice la modificó.
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