“La amarilla luz tenue ilumina débilmente el pequeño espacio en el que permanezco. De no ser por esta, todo el resto sería oscuridad. Oscuridad absoluta.
Me encuentro recostado a un lado del mobiliario que está más cerca de la ventana de mi pequeño apartamento. Me abrazo a mí mismo para darme un poco de calor; pero no dejo de mirar, petrificado, hacia el frente.
Una gota de sudor desciende a través de mi nariz. Mis manos tiemblan. Cada vez más. El miedo también se incrementa, con cada minuto que transcurre.
Oigo el tic, tac, que se mezcla con el rotundo e inquietante silencio.
Mis ojos permanecen en sus ojos. Ojos que, inyectados de sangre, no dejan de mirarme con odio. Un odio inimaginable que amenaza con hacerse mostrar, más temprano que tarde.
El miedo se expande dentro de mí, como hiedra venenosa. No puedo evitarlo. Incluso, un extraño frío recorre mi cuerpo.
De acuerdo; estoy aterrado. Tengo que pensar con claridad. Lo necesito.
De pronto, estoy solo.
Lo que sea que estuviese frente a mí, ha desaparecido. Pero no sé por cuánto tiempo.
Una gota fría se desliza por mi mejilla izquierda. Luego una a través de la derecha. Y otra. Y otra…
Innumerables lágrimas continúan entonces derramándose.
Lo que veo frente a mí me deja desconcertado. Horrorizado. Asqueado.
Se trata de mi perro, quien yace en el suelo, sin vida. En medio de un charco de sangre.
La luz se incrementa un poco más. En la pared permanece un espejo; pero, lo que más me llama la atención, es el chirrido desagradable que de este proviene, logrando ensordecer mis oídos. Un grito ahogado se escapa de mi boca. Poco a poco, y lentamente, un líquido rojo aparece, formando letras. Letras de sangre. Sangre… de mi perro.
Como si sintiese en mi boca el sabor de un limón, arrugo mis ojos y llevo las manos hasta mis oídos.
Luego de unos segundos, el ruido desagradable cesa.
Puedo leer letras escritas en el espejo, e intento distinguir las palabras que estas forman:
« ¿QUIERES VOLVER A JUGAR? TE DIVERTIRÁS.»
No puede ser. No esto. Definitivamente no puede ser cierto.
No suelo creer en estas cosas. De hecho, pensaba que eran disparates… pero ahora no estoy tan seguro de ello. Incluso, al encajar las piezas, algo me dice que soy el culpable de que todo esto pasase.
Una noche. Un motivo de diversión.
Una tabla ouija.
No estoy completamente seguro, pero sé que esa puede ser la respuesta.
Ahora, sé que no me queda mucho tiempo. Oigo voces. No puedo evitar mis lágrimas; pero sé que es tarde para arrepentimientos. Sólo le digo al que lea esto: jamás se le ocurra jugar a esa maldita cosa. Por culpa de eso, algo maligno está aquí. Me siguió aquel día y ahora viene por mí. Primero fue mi perro, y estoy seguro de que seré el siguiente. Lo siento ahora mismo respirando en mi oreja. Y ahora… sé que esto es todo lo que queda de mí.”
Escrito hallado el 26 de Marzo en un apartamento de Georgia, en el que, dentro, yacía un chico moreno, con sangre a sus alrededores. Estaba horrorosamente mutilado y destrozado. Al igual que su perro.
No se sabe con exactitud acerca de los hechos, pero detectives y fuerzas policiales ya se están encargando de investigar el misterioso caso del joven escritor Adam Roberth.