Ya era de mañana, Elena despertó lo más temprano que su cuerpo le permitió. La noche anterior estuvo trabajando en su proyecto de astrología, había encontrado ciertas cosas interesantes que esperaba estudiar con detenimiento para luego subir a su blog de Internet.
Despertó como todas las mañanas, con ganas de derrumbarse de nuevo en su cama y olvidar los quehaceres, pero la realidad era diferente, de hecho, pudo sentir en el ambiente algo diferente. Se duchó y se dirigió a su armario, tomó las primeras prendas que vio y se las puso, tomó sus botas favoritas y se las colocó sobre los calentadores color ocre por el frío del invierno.
Antes de bajar echó un ojo a las fotografías que había tomado la noche anterior; con su telescopio capturó unas extrañas figuras, como símbolos, que yacían cerca de una constelación. Realmente deseaba regresar pronto para estudiar dicho fenómeno, guardó todo en su gaveta dedicada a su proyecto con una extraña sensación de curiosidad y se retiró de su recamara. Tuvo aquel pensamiento de que nunca había visto algo como eso.
Bajó las escaleras hacia la cocina, alistó las cosas para prepararse un desayuno simple y su café, como acostumbra todas las mañanas. Un sándwich de pavo y su café negro para comenzar aquel día –con todas las ganas del mundo- que con ansias esperaba que acabase pronto. Por casualidad cruza su mirada con el reloj de pared que estaba sobre la entrada de la cocina, para darse cuenta de que si no salía pronto llegaría tarde a la universidad.
Tomó su bufanda y su chaqueta, ya no había vuelta atrás. Salió de su casa y todo parecía estar con normalidad, los niños en el parque de enfrente jugando, los vecinos regando sus plantas y la vecina de al lado, la señora Margarita sentada en su mecedora leyendo el periódico, como siempre.
Tomó un camino diferente esta vez, corría con la suerte de que su universidad quedaba a unas pocas cuadras de su casa. El camino se hizo corto, llegó al Instituto antes de lo esperado. Saludó a sus compañeros de clase, y se dirigió directamente hacia su salón para no llegar tarde, ya que el profesor Jonah no dejaría entrar a nadie después de la hora de entrada.
Se sentó en su mesa con un ligero malestar y poco después comenzó su clase de literatura, debía redactar un ensayo sobre el último libro leído y detallar los aspectos y sucesos más resaltantes. Elena apoya sus brazos sobre la mesa, algo indispuesta, pues hace pocos minutos sentía algo diferente en su cuerpo. Recostó su cabeza sobre sus brazos que se apoyaban en la mesa y cerró los ojos por poco tiempo, quedó dormida solo unos minutos.
Al abrirlos de nuevo, se percata de que no hay nadie a su alrededor, el reloj del salón indicaba que todavía estaban en horas de clases pero no había nadie. Un poco alarmada sale hasta el corredor, y todo parece estar vacio. Asustada opta por buscar en el gimnasio y la cafetería, pero en el sitio no había ni un alma, aunque todo el lugar estaba como si lo hubiesen dejado todo por un momento.
Corre hacia la salida y el estacionamiento estaba lleno de autos pero no había nadie, pensó más de una vez –me estoy volviendo loca, esto no puede estar pasando--.
Corre hacia su casa, tomando el mismo camino que cogió para llegar hasta la universidad, se detiene en un semáforo, los autos estaban en la calle vacios, los restaurantes tenían platos servidos y sus mesas y las tazas de café todavía tenían vapor. Elena no sabía que pensar, ni cómo reaccionar, de solo darse cuenta que se encontraba totalmente sola.
Al otro lado de la calle, nota como un hombre alto de unos dos metros aproximadamente se dirigía hasta donde estaba ella. Vestía un traje negro con corbata, zapatos de vestir negros, un sombrero del mismo color y unos lentes oscuros. Elena comienza a entrar en pánico.
Corre hacia su casa como nunca había corrido antes. A solo dos cuadras antes de llegar, voltea para luego darse cuenta de que era peor de lo que esperaba, ya no era un sujeto que se dirigía hacia ella, sino tres que vestían exactamente de la misma manera, con pasos largos.
Tomó aire para correr hacia la entrada de su casa. Al entrar no dudo en ir cerrando todas las puertas a medida que avanzaba por dentro de ella, llegó a su recamara y comenzó a pensar y recordar aquella teorías que escuchaba de gente que era visitada por hombres con características similares por tener información clasificada que no podía ser expuesta.
Buscó en su gaveta aquella información que había recopilado y todo parecía encajar perfectamente, ella no podía saber todo eso. Sin dudarlo corrió hacia su armario y por un pequeño cajón que yacía debajo del tapete, escondió todo lo que había recopilado de su proyecto en los últimos años. Se sentía asfixiante no poder hacer nada en aquel momento.
Al guardar todo, escuchó pasos que se dirigían hacia su recamara, uno de los hombres le dijo –no te escondas más, podemos verte incluso a través de las paredes- Elena asustada, no iba a ceder ante las ordenes de aquellos sujetos, estaba preparada para defender lo que con esfuerzo había conseguido. A todo pulmón responde –aléjense de mi propiedad, no sacaran nada de mí- y preparada para defenderse, abre la puerta y allí estaban aquellos sujetos.
Sus pieles eran de un color pálido, casi gris, algo escamoso, debajo de sus lentes pudo notas algo de sus ojos, eran mucho más grandes de lo normal y muy oscuros, estos hombres no tenían cejas. Paralizada, toma aire y cierra los ojos.
Despierta en su cama, agitada y sudando frío, no podía creer que todo había sido una pesadilla, a pesar de haberse sentido muy real. No pudo dejar de pensar que era su subconsciente jugándole una mala broma, aunque se percató de que el ambiente se sentía diferente, exactamente igual como en su pesadilla. Miró su escritorio y todo estaba en su sitio.
Se levanto de golpe y miró por la ventana solo para llevarse una sorpresa, frente a su casa estaba estacionado un auto oscuro con dos hombres vestidos de negro, viéndola fijamente. Respiró profundo, para luego darse cuenta de que su pesadilla había sido una advertencia, y que lo peor estaba por llegar.