Una pequeña reflexión:
Cuando viajas a cualquier lugar del mundo es una buena ocasión para enriquecerse, para abrir los sentidos a cualquier estímulo que te aporte algo nuevo. Y en eso Marruecos es un filón inacabable.
Conocer gente, paisajes nuevos, ver las estrellas en el cielo del lugar donde estás, probar su comida, observar como visten, como hablan, el tono de las palabras, su cultura pasada y presente, como viven y como construyen sus casas, como se comportan con los visitantes, con nosotros; todo es valioso para comprender mejor el país donde estás. Hasta el mínimo detalle por más nimio que parezca te aporta algo. Hasta fijarse en como preparan las camas te enriquece. Y en eso estábamos, dispuestos a enriquecernos.
La primera noche dormimos en un hotel del Valle de Dades.
Descansados, afrontamos el segundo día de viaje con más ímpetu y energía. Poco a poco nos acercábamos al desierto...
En este valle, junto al oasis de Dades, una formación rocosa impresionante nos llevó a identificarla, con sus claras diferencias es evidente, con un paisaje muy representativo de nuestro país: la montaña de Montserrat, cerca de Barcelona.
Estas imagenes corresponden a la montaña de Montserrat. Nos pareció que algo tienen en común.
Siguiendo camino nos encontramos con una kasbah abandonada. Más adelante estuvimos in situ en una de ellas.
Una carretera serpenteante nos decía que estábamos ya en la Garganta de Dades.
El Viajero