La sociedad desde sus inicios ha venido meritando que el ser humano distinga entre lo real y lo irreal, aún así sin el consentimiento de él mismo para dar paso a ideas prejudiciales donde puede establecerse ante las razones de sus propias experiencias, el hombre ha conjugado mediante normas sustanciales un concepto manipulado y muy poco condescendiente de la realidad con el fin de interceder entre la libertad que puede llegar a percibir el propiciador de la idea y quién la fundamenta persuadiendo así mediante este control los diversos criterios que permiten que el hombre desarrolle un concepto propio de su ser, indagando en la realidad subjetiva que nos rodea podemos retomar como se ha venido manejando la sociedad bajo una rotunda manipulación con afines políticos y socio-económicos estableciendo así -normas- de índole social que se anteponen desde nuestros indicios hasta la atribución de nuestra visión estructural propia para despropiar el enriquecimiento en apariencia e interpretaciones ya establecidas de nuestro entorno, qué además, con el paso del tiempo han venido condenando el pensamiento liberatorio conduciéndolo a manejarse cómo aberración partidaria de quien está en desacuerdo con los sistemas subyacentes de controles globales, a su vez estimando el pensamiento en desacato a los acuerdos religiosos y neo-sociales en los que se basa un mundo que funciona estacionalmente cómo el motor de un automóvil.
Los grandes opresores mundiales han condenado la libertad definiendole como la -armonía- que podríamos desarrollar entre nuestro estado de atribución mental y el entorno subjetivo que han acostumbrado como la realidad impartida ya antes mencionada. Más allá de esta pirámide en donde los grandes lideres mundiales se hallan por encima de nosotros existe una brecha en la sociedad donde a su basta medida la revolución universal forma parte de los principios fundamentales de la liberación, donde el concepto propio de nuestra humanidad no esta simplemente basado en construir a través de cortos campos visuales la superficialidad e incongruencia moral, puntos de requiebre dónde seres beneficiados por la duda mediante el mismo Universo han podido establecer rangos donde la mente es continuamente capaz de llegar, aunado a estas cortas estaciones para algunos más que para otros, en los estereotipos establecidos la percepción natural es estimulada a base de logros a cortos y largos plazos donde la satisfacción redunda a merced del clamor por la admiración, cómo si el universo se basara en recrear un nombre y darle supuesta titularidad.
Cómo consecuencia prudente la enajenación mental intercede sobre cualquier tipo de estimulación consciente que el ser humano puede llegar a experimentar, corrompiendo a fondo conceptos básicos que nuestras propias experiencias definen, y qué, a petición de los opresores muchos sienten la capacidad de conducir a fondo este tipo de conocimientos pero que más que parte fundamental de la razón han construido pequeñas aldeas con personajes atribulares que miden sus sueños tal cual se rigen por conseguir el pan para subsistir.
Babylon construye un camino que a sus lados contempla surcos repletos de leyes universales que se pueden llegar a interpretar como un muy corto libreto de vida, apoderándose de una parte fundamental de la materia abundante para replantear mediante se le es permitido el amor, la razón de la existencia y el conocimiento universal negando que el ser humano conciba decisiones a través de si que le permitan replantear los profundos conceptos de su espiritualidad que ciertamente este no ha descubierto. Las bases fundamentales de nuestra creación se contemplan únicamente en el desarrollo sensorial que manifiesta el universo a través de sus ciclos de estimulación vibratoria que permiten la capacidad de ser útil para la humanidad y, pasar a formar parte de la masa con la capacidad de la percepción cósmica que constituyen una percepción certera del entorno y de lo que es afín la materia.