Soviet Jeans

in venezuela •  7 years ago 

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El barrio Campo Alegre está al sur de Maracay, a las orillas del lago de Valencia, el segundo lago más grande de Venezuela. Se dice que toda la zona se está hundiendo; de hecho, los sectores La Punta, Mata Redonda y parte de los Samanes han sido desalojados por el régimen a causa de la inundación. Las familias las indemnizaciones fueron una pesadilla de fraudes y estafas (nadie sabía la regla: ningún gobierno o régimen paga a otro precio que no sea el que ellos mismos establecen, después de todo, son quienes tienen controlan las armas y tribunales del país). Ya esos sectores prácticamente no existen.
Dramática fue la situación en el sector Las Vegas, algunos sectores siguen habitados, no va nadie: el régimen sacó a la gente y los hacinaron en refugios improvisados dentro de los cuarteles que abundan en Maracay. También obligaron a los hoteles a recibir refugiados, sin costo alguno. Siempre bajo amenaza de sanciones. Otros, han logrado, mediante trampas y otros suplicios (como esperar en colas a la intemperie durante días) a que los milicos de la misión vivienda les entregara un nuevo lugar para vivir. Pero aquellas viviendas eran la excepción para los damnificados: esos “desarrollos urbanísticos” son para la venta, a enriquecer a algún general, ministro, alcalde y demás. La revolución construyó un negocio criminal basado en el proteccionismo y la corrupción. Pero a nadie le importa. Y esta es otra historia.
A pesar del régimen, todavía quedan enclaves vecinales en esos sectores, quienes dicen que esa parte no se va a inundar, que no van a desalojar, que el “gobierno” debe pagar lo que ellos piden y cualquier otro argumento. Muchos creen que tratan de esperar a que las aguas bajen e invadir los terrenos secos, para alquilarlos o montar ranchos para alquilar. La verdad es que eso no va a pasar. La situación va a empeorar, la mitad de Maracay está asentada en lo que una vez fue el fondo del lago de Valencia y tanto los ríos como los lagos buscan recuperar sus viejos cauces. Un día, la mitad de Maracay va a desaparecer tragada por el lago.
Otra inundación se traga a la ciudad: la crecida de la delincuencia. Campo Alegre es uno de los sectores más peligrosos de la ciudad. En este sector, los delincuentes tienen santuario; allí guardan los botines, la gente que secuestran, desaparecen a los muertos en hogueras interminables, laboratorios y depósitos de drogas, centros de entrenamiento y esparcimiento para delincuentes (hay desde polígonos de tiro hasta piscinas; bares y evidentemente, burdeles) ni los policías ni los militares entran.
Y anclado en la periferia de este sector, está el barrio 13 de enero, que es aún más peligroso. Allí, los delincuentes maracayeros se forman desde temprana edad. A los 11 o trece, incluso, niños de 9 años ya andan transando, como pequeños prodigios del mal. Algunos de ellos tienen varios muertos a cuestas.
Aprenden a ser violentos y arrebatar un lugar en el mundo. Roban las armas o las ganan. Si logran obtener dinero, entonces las compran. También se pueden alquilar. Es una operación dinámica y de poca garantía, muchos mueren y especialmente los más jóvenes. Los que no, se endurecen y comienzan una nueva fase de formación, aprenden de la delincuencia organizada y meterse en jugadas más grandes: robo a amplia escala (asalto de urbanizaciones, puertos, transporte de alimentos y bienes y hasta petróleo), sicariato, estafa, extorsión, ciberdelitos, secuestro y claro, drogas.
El contrabando, pero en este sector es muy difícil trabajar, tanto como en la droga. El gobierno ejerce mucho control y hay que tener nexos y palancas en todas partes. Claro está, es un negocio que da mucha plata. Es como una liga aparte que donde califican los que mejor nexos saben establecer. Es decir, los políticos.
Pero los delincuentes que viven en la calle Calanche no se dedican al crimen organizado. Son independientes, aunque tienen un sistema mancomunado, donde todos aportan para la cuadra, se cuidan las espaldas y sobre todo, evitan encontronazos con la policía. Ellos saben que la paco no va a venir sola, lo harán con fuerza y van a terminar muertos. Así que se mantienen de bajo perfil.
Con quienes sí no evitan culebras es con otros delincuentes. Sobre todo aquellos que en algún momento fueron aliados (si es que de alguna manera pudiera usarse la palabra “amigos”).
Por ejemplo, Kelman tiene una culebra fea con Yonkerson, un malandro muy peligroso de San Joaquín de Turmero. El motivo es pasional: Kelman conoce a la novia del malandro, comienza a atacarla y la muchacha cedió y tuvieron sexo, no se protegieron y la muchacha quedó embarazada.
Yornkerson, como está enamorado de su novia, le dijo “mami, yo estoy enamorado tuyo y no me importa si otro es el papá. Yo voy a ser el papá de ese niño. Eso sí, ¡la próxima que te vea con ese tipo, te mato, puta!” y cuando lo dice, le da una cachetada que la dejó mal, no tanto por la fuerza, sino por la vergüenza.
Otro caso era Jefferson, quien tiene una culebra, pero no por motivos pasionales. Le robó dos kilos de cocaína a un narco de Paya. El tipo lo está buscando y no para cobrarle.
También está Richard, a quien robaron, en su casa, y dejaron vivo. Lo desvalijaron: le quitaron desde la lavadora y sacadora, pasando por el TV pantalla plana, DVD Sony, y su colección de ropa Vagos, O’neill y K&E. lo dejaron sólo con lo que tenía puesto y con la pistola.
El malandro averiguó quienes fueron y fue a buscarlos a Santa Rita. Allí llegaron, junto con tres panas y un camión que un familiar de ellos usa para hacer mudanzas. No hubo mucho qué discutir, al entrar en la casa, a la fuerza, no les importó quién estaba. Comenzaron a disparar. En la sala estaban tres personas: la señora Josefina, la madre de los dos ladrones; Joiner, uno de los ladrones; Yulmiadys y Arielis, hermanas de ellos. Hablaban de aquello que habían ganado los hermanos, la señora dijo que no quería problemas y las hermanas estaban de acuerdo, pues aunque eran bochincheras, trabajaban y estudiaban. Siempre les decía a sus hermanos que se salieran de ese mundo. Y justo cuando estaban hablando de esas, cosas, irrumpieron violentamente los delincuentes y al reconocer sus pertenencias, Richard dijo: “¡toda esta mierda es mía, sapo!” y el otro sin dudarlo ya había sacado su pistola; pero los otros también y comenzaron a disparar de un lado al otro.
El ladrón fue alcanzado por 4 tiros en el pecho. La madre recibió tres impactos en la cabeza y uno en la boca del estómago. En cuanto a las chicas, una trató de correr y recibió cuatro disparos por la espalda y la otra se tiró en el piso, como gesto de rendición, pero eso no la salvó… en total, recibió 14 balazos.
Aquellos delincuentes comenzaron a montar las cosas en el camión y tan pronto terminaron, se fueron. No tardaron más de 20 minutos. El camión salió a toda velocidad. La gente estaba acostumbrada a escuchar tiros pero; no de esa manera, así que fueron a la casa y cuando entraron, se encontraron con los muertos.
La policía llegó, junto con el CICPC e hicieron el trabajo forense respectivo. El hermano que faltaba veía todo desde una casa cercana. No iba acercarse, estaba solicitado. Los vecinos se encargaron de preparar todo para el entierro.
El caso más resaltante fue el de Guillén, quien secuestró a los hijos de un empresario, una chica y un chico de 22 y 23 años respectivamente, profesionales ya; pero sumamente fanfarrones. El delincuente los secuestró justo cuando salían de una fiesta en Mata Redonda. Los tuvo retenidos 10 horas, pero uno de los socios casi arruina la operación llamando a otros malandros diciendo que tenía a una jevita riquita, con plata.
El Guillén se llevó a sus víctimas, mientras el secuaz se drogaba y por la mitad de lo que pedía (o sea, 5 millones bolívares) los dejó ir. Los muchachos estaban en perfecto estado. Fue el socio quien delató la jugada. Llamó al viejo diciéndole quién había secuestrado a sus hijos. Le dio su nombre, cédula y que vive en Caracas y según sus amigos “se dedica al mototaxismo”. El empresario era un cuello blanco. Tenía su red criminal debajo de cuerda con la cual ganaba bastante dinero adicional.
Pensaba que eran unos rivales que trataban sacarlo del juego. Así que decidió jugar primero y pasó al ataque. Como aquellos delincuentes causa de su rival, decidió ir por otros y formó un escuadrón mercenario a quienes les dio la siguiente instrucción: “vayan por todo aquel de la calle calanche. Quiébrenlos a todos, bien acribillados. Griten, antes de ejecutarlos, “ATAQUE SOVIÉTICO” y los forran a plomo limpio. Aquí hay armas y bastantes municiones. El resto de la plata vendrá cuando terminen… y quiero que cobren todos, porque o si no, la plata se la queda los que sobrevivan. Ok, bien” Y el señor se va, amparado por 4 guardaespaldas, ex soldados de las fuerzas especiales. Siempre anda con 6, pero desde los secuestros, al menos deja a sus familiares con uno. Y además, les está enseñando a usar armas.
De momento, no le tiembla el pulso y manda a matar a todos aquellos delincuentes, pensando que podrían volver a secuestrar a sus hijos o que podrían descubrir la identidad del traidor, en caso de que sobreviva al ataque y podrían ir por él.
Aquellos delincuentes no andan perdiendo el tiempo. Cada uno se gana 40 mil bolívares. Cobran parte del dinero y lo usan como les convenga. Yonkerson tiene su motivo pasional. La novia embarazada se limita a tomar el dinero y aceptar las cosas y el peso de la responsabilidad por ser la futura madre de un niño no deseado y por ser la responsable de la muerte de aquel muchacho que es el papá del niño, pues si no le hubiera prestado atención y se hubiera dado su puesto como mujer, nada de esto estuviera pasando.
Algunas de las familias de los sicarios se resisten a aceptar la plata. Piensan que aquello es una despedida. Pero hay que seguir adelante. Esa noche algunos se acuestan con sus familiares, con sus esposas, o novias, como si fuera la última vez. Otros, por primera vez se meten en los mejores hoteles de la ciudad, acompañados de prostitutas caras, servicios de whisky y bastante cocaína. Todo eso, para volverse monstruos.
A la mañana siguiente, todo el mundo se para, en los distintos lugares donde se encuentran, soñolientos y perezosos y hasta satisfechos. Pero saben que hoy es el día. Yonkerson es quien comanda. Se reúnen en la pollera La Preferida, que está en la entrada de Sorocaima, un barrio que está en un sector en el área entre Maracay y Turmero. Llegan todos, son las 12:23.
—miren. Esos bichos van a estar toditos en una fiesta de la cuadra. Jon Harris cumple años, así que entre todos le van a picar una torta, parrilla, cerveza y toda esa mierda. Les vamos a caer cuando ya estén medio prendidos. Los tiroteamos y salimos, cada uno por su lado. El que se deje matar, nos repartimos la plata entre nosotros, así que pónganse pilas. —Y culmina la reunión de negocios. El resto de la reunión transcurre como un almuerzo común y corriente. De hecho, comienzan hablar de otras cosas. Uno de ellos dice que “va a estudiar abogacía”. Otro cuenta que esos tipos son una banda que se hace llamar Los Mosquitos. Porque pican y no los atrapan.
—pero hoy les sale Baigón, jajajajaja —dice otro y todos los demás se ríen sonoramente. Hablan, comen, beben cerveza. Son amigos del barrio, conforman una banda; pero si alguno le conviene, traiciona o mata a todos. Son los principios de gente que tiene la tendencia a comportarse como si la vida fuera un territorio sin ley.
Yonkerson anda con su causa, Hamilton Mogollón y ambos tienen dos UZI que siempre usan cuando dan golpes juntos.
—mira, me quedo con ella porque de pana amo a esa jeva; que podrá ser una puta, pero estoy enamorado de ella. Yo voy a ser el papá de ese chamo; pero el tipo ese lo quiebro hoy mismo —dice, muy decidido, Yonkerson.
Hamilton da su opinión. Dice que hay que fugarse y volver luego. Él se va para el campo, donde un tío en Cojedes. Con la plata va a mover un negocio de queso y así ganar más y así tranquiliza a la familia, fingiendo que deja “esa vida”.
Llega la noche. El soplón (que en Venezuela se le llama sapo) que tienen en la zona dice que todos los delincuentes que van a morir están allí, 8 en total. La fiesta, según algunos, comenzará como a las 9; pero ya había gente bebiendo “¡…y se están metiendo perico, el mío, así bulda de lo bandera!” le dice a Yonkerson por celular.
Los sicarios parten en grupos de dos y van en distintas rutas separadas. Toman caminos, que aunque hacen el viaje más largo, evitan cualquier punto de control militar o policial, algo conveniente para lo que van a realizar.
Las 5 motos, con parrillero incluido, entran a Campo Alegre. Hay un punto de control y a todos les llega un mensaje de texto indicando el lugar. Esquivan el punto y llegan a 13 de enero. Llegar a la calle el Calanche no es difícil. Es la que está al lado de la quebrada que atraviesa todo el sector y una parte del sur de Maracay, la quebrada es de aguas servidas, pues a ella va a dar la red cloacal de parte de Maracay y recibe también desechos industriales.
El olor fétido causa rechazo en los visitantes pero ya es de costumbre en los residentes y es una orientación fija para el grupo. Antes de entrar a la calle, se paran en una esquina, pero no se reúnen. Se hacen los locos. Como hay puestos de comida, montan su cacería desde allí.
Aunque los mismos dueños de los puestos de comida pagan a delincuentes por vigilancia, éstos no hacen nada. Ellos, a pesar de que son del sector, quieren ver quebrados a Los Mosquitos, porque “se creen la gran vaina”.
Llega la hora. El sapo ha dicho que los malandros están en pleno bonche y bien descuidados. Todos están en la calle. Según cree, están pobremente armados. Tienen todo guardado en casa.
Las motos se encienden y avanzan paulatinamente en direcciones contrarias y que no tienen que ver con la calle. Luego, Yonkerson pasa un mensaje de texto: ATAQUE SOVIÉTICO. Dos motos van paralelas y se paran al inicio de la calle, que es ciega. Apagan las motos y sacan sus armas. Llegan otras tres motos, con sus ocupantes, que repiten el procedimiento.
El grupo va avanzando y nadie se da cuenta o no les hacen caso, pero los diez avanzan a lo largo de la calle, formando una mortal línea de fuego. Una muchacha mira hacia ellos y se da cuenta, se tira en el piso y un muchacho voltea a ver y cuando se da cuenta, recibe una ráfaga de tres tiros en el pecho.
Los disparos de las pistolas y las UZI van de un lado al otro y comienzan a impactar: le dan una muchacha que no sabía todavía que había una balacera, dos chamos que se quedaron estáticos y luego a todo aquel que estaba atravesado, sentado o tratando de escapar. La chica seguía cuerpo a tierra y rogando para que no la maten.
El tiroteo sigue. Tres de los ocho delincuentes cayeron, los otros cinco están resguardados. Uno entra en la casa y una lluvia de fuego lo enfrenta, pero no le dan. Los sicarios rodean el lugar y los puntos donde están los que aún viven. Uno de los delincuentes armados, de la lista negra, sale, revolver en mano y cuando va a disparar, lo dejan como un colador.
El que entró en la casa, sale con una escopeta y dos pistolas, pero su madre trata de retenerlo, y el esfuerzo por tratar de hacer que se quede dentro de la casa para tratar de salvarlo, lo frena y permite que el escuadrón se ponga a punto y descargan. Madre e hijo caen muertos.
El otro armado, sale corriendo y devuelve fuego, trata de llegar al calanche, pero otra descarga lo fulmina. Los otros tres van desarmados y los agresores lo saben. Se acercan. Entonces Yonkerson agarra a una muchachita de 13 años que está en un mar de lágrimas, en shock y dice: “salgan, los tres. O matamos a toda la cuadra, comenzando por esta carajita” la niña se desmaya en los brazos del sicario. Los tres salen con las manos en alto.
Los agarran y los someten. Los rodean en semicírculo. “¡ataque soviético!” y disparan los diez, incluyendo las UZI; pero contra uno solo, hasta vaciar el cargador. El siguiente en ser ejecutado les dice que son unos cobardes que por qué no se caen a tiros como caballeros y uno de los sicarios le tira un revolver, se queda viendo el arma y se la juega. No llega a tocarla: “¡ataque soviético!” y la lluvia de fuego lo vuelve un guiñapo. El que falta es Kelman. Está llorando, rogando por su vida, pero lo rodean y al grito “¡ataque soviético!” lo convierten en colador.
El grupo, entonces, se da cuenta de que varias personas han corrido a ocultarse, y saben que es hora de irse. Así que gritan. “aquí murieron los que tenían que morir.” Y van corriendo hacia las motos y comienzan arrancar. Hamilton grita: “AHÍ TIENEN, BIEN MUERTOS, MALDITAS RATAS ALIMAÑAS, ¿¡NO QUIEREN SER MALANDROS, BECERROS!?” y las motos arranca a toda velocidad, rumbo a perderse en la noche.

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jabez518 Have a good day my friend.

Thank you!