No sé si sea la nostalgia de éste día, de celebrarte dos maravillosos años de tu vida, y de la mía, pues junto contigo, también nació esta mujer, la aguerrida valiente dispuesta a todo, todo solo por tí.
Aún tú en mi vientre me sentía poderosa, y creí no podía haber algo más grande, pero que errada estuve, tu primer llanto, y el calor de tu cuerpito tan pequeño frágil sobre mi pecho por primera vez me hizo entender que todo lo que había alcanzado a sentir se convertía en nada frente a esta nueva sensación.
Y entonces lo supe, no importaba de ese momento en adelante que tan oscura y turbia se pusiera mi camino por esta vida, tu siempre serías esa lumbrera, ese farol guiandome a tierra firme.
Mi cómplice de vida, la que me endereza la razón con tan sólo un beso, la que lleva una luz irradiante y pura en su sonrisa, la que todo lo puede, la que todo lo hace más fácil y llevadero.
Celebrar tu vida es sinónimo de celebrar la mía, pues tú fuiste quien me despertó de un jalón, la que me dió esperanzas de felicidad en este mundo tan lleno de todo y a vez tan vacío. Tú amor, es, ha Sido y siempre será mi sostén, mi viga de aguante, mi soporte ante las adversidades.
Hoy, como muchas veces, prefiero escribir siendo tú mi pensamiento principal, pero cada palabra sería poca cosa ante la inmensidad que eres tú.
Espero la vida me conceda el privilegio de seguir acompañándote por mucho tiempo más, por contarte cómo mamá aprendió a vivir por ti y solo para ti, como sacaste la parte más aguerrida de esta mujer para protegerte contra todo mal, y lo más dulce para abrazarte y besarte cada día, por dormirte cada noche sobre mi pecho, así tan de cerca, para sentir mi corazón y el tuyo latiendo juntos, como una vez ya solo tu y yo supimos hacerlo. Y aunque es cierto que ahora somos dos cuerpos distintos, seguimos compartiendo un alma juntas y un amor que de seguro será por toda la eternidad.