La respuesta tendría que ser sí. Todo puede ocurrir. La historia está llena de “cisnes negros” que han generado cambios que no se esperaban. Pero a las posibilidades debemos siempre enfrentar las probabilidades.
A diferencia de la visión de quienes piensan que la agudización de la crisis económica, condimentada por sanciones y aislamiento internacional, generará las condiciones de salida del gobierno, abriendo opciones para un cambio modernizador, mi opinión es que mientras más fuerte sea el deterioro, más primitiva la economía y más autocrático el gobierno, la probabilidad de su permanencia en el poder se amplifica, como aumenta el riesgo de que el país quede sumido en una condición más deplorable.
La primitivización producida por el modelo intervencionista y controlador, ha venido acompañada por un aumento del control social del gobierno. En consecuencia, la dependencia de la gente a ese mismo actor que la empobrece se incrementa. Si bien la crisis es muy severa, las políticas sociales han crecido en términos de penetración. El programa de reparto de comida barata a través de los CLAP llegó a atender al 73% de la gente en diciembre 2017 y el reparto, ahora vital para un venezolano empobrecido, esta condicionado al “buen” comportamiento. El gobierno tiene monitores en los los consejos comunales. Ellos deciden quien recibe el subsidio y quien no, reduciendo los estímulos a la protesta y la participación por miedo a perder lo único que tiene en la mano. El fracaso de las acciones de calle a principios del año pasado tiene que ver con la ausencia de participación masiva de los estratos pobres en sus propias zonas y el resultado ha sido frustración y desánimo.
Con la presión de calle disminuida y la oposición fracturada, su poder de negociación quedó dependiente de la acción de la comunidad internacional, un factor que suele ser necesario e importante, pero nunca suficiente. En efecto, USA tomó decisiones en ese sentido al presentar un conjunto de sanciones, mientras Europa se introduce en la misma ruta, vinculando sanciones personales a los acuerdos (o desacuerdos) de las negociaciones en Santo Domingo. El gobierno parece haber acusado el golpe e intenta ceder en algunos temas parciales (CNE, fecha de las elecciones, presos políticos) para lavarse la cara y reducir el impacto de las sanciones, pero las posibilidades de que esto produzca una elección realmente competitiva y la invalidación de la Asamblea Nacional Constituyente (su centro de poder absoluto) lucen bajas. El gobierno podría estar dispuesto a hacer cesiones de muchas cosas… menos de su cabeza.
No vemos en este momento una salida clara a la crisis. La probabilidad de solución negociada es baja y la radical más baja aún. ¿Podría ser distinto a lo descrito? Sí, pero para eso se requiere el fortalecimiento y unificación del liderazgo opositor (muy afectado por la lucha desigual, peligrosa e injusta que ha tenido que librar internamente) y la acción internacional tendría que dirigirse a elevar el poder de negociación de esa oposición formal para presionar cambios en la conducta del gobierno, que luego puedan ser aprovechados para el rescate gradual de los equilibrios. No importa cuanto se desee, la probabilidad de cambio inmediato de gobierno parece inviable. Las opciones están más vinculadas a abrir rendijas que se hagan más y más peligrosas al gobierno en el futuro, mientras la oposición consigue mecanismos de reducción del costo de salida de su propio adversario, pues sin ello no habrá cambio posible ni estable.
Este análisis no tiene nada que ver con lo que me gustaría ver en mi país hoy, pero como dice la canción: “Esto es lo que hay”.
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