Y un San Nicolás flaquito saltó la baranda

in venezuela •  4 years ago 

La verdad es que no tuve tiempo de tomar una fotografía. Todo pasó tan rápido y me quedé tan “pegado” viendo lo que acontecía, que no hice la foto. Sin embargo, la escena me quedó grabada en la memoria.
Esto ocurrió hace dos días. Como cada mañana, de lunes a viernes, me levanté a las 5:30 am, con mis planes para ese día ya hechos. De un tiempo a esta parte, debido a la pandemia y al caos del transporte público en mi ciudad, me acostumbré a planificar mis salidas para estar el menor tiempo posible en la calle y hacer el menor uso posible de las pocas unidades de transporte urbano que quedan en esta urbe localizada a orillas, del río Orinoco.
El plan era sencillo: ir a mi programa de radio de 8 a 10 de la mañana, pasar por el mercado periférico para comprar café, tal como me le encomendó mi esposa, y llevar a reparar el cargador de una “canaimita” que mi hija usa para estudiar. Todo eso lo haría antes del mediodía, porque a esa hora es cuando el transporte se vuelve más caótico, sobre todo en los alrededores del mercado.

![san nicolas 3.jpg](https://cdn.steemitimages.com/DQmdJwQhRXXraghywPp5XveEc4tMztGDwAYu63Gd5e3Qwyp/san%20nicolas%203.jp
Después de la radio debía comprar café en el mercado que ese día lucí así.

Lo primero que hago, tras levantarme y apagar la alarma, es encender la radio en el mismo teléfono, vía internet, para ir escuchando las noticias mientras hago todo lo demás.
Después voy a la cocina a preparar café y mientras hierve para colarlo, me tomo medio vaso de agua a temperatura ambiente y voy revisando las redes y las páginas en internet de los medios regionales y nacionales, para complementar lo que dice la radio. Una vez que cuelo el café, y mientras me tomo una taza, prepara algo para comer, como una pan o una pequeña arepa; tal vez un pedazo de torta que haya guardado o una poco de arroz o pasta. Ahora no me gusta salir a la calle sin algo en el estómago. Antes podía hacerlo porque tenía los recursos para desayunar en la calle, pero los tiempos han cambiado.
Después de comer y tomar otro poco de café, es cuando me dedico plenamente a alistarme para salir, lo cual regularmente hago entre las 7:00 y las 7:15, para llegar a tiempo a la emisora. Debo tomar dos transportes para ir hasta allá.
Ese día salí un poco tarde, es que a veces doy muchas vueltas. No sé si a ustedes les pasa, pero a veces tenemos como ciertos “rituales” antes de salir de casa, como vernos varias veces al espejo, asegurarnos de que no se nos quede nada, revisar si llevamos el dinero completo o ir al baño antes de salir para que no nos den ganar de orinar en el camino.
Cuando llegué a la parada, a media cuadra de mi casa, debí esperar unos cuantos minutos antes de que pasara un autobús. Le di gracias a Dios, porque el que pasó iba vacío, algo raro a esa hora, y se desplazaba bastante rápido. Siempre le doy gracias a Dios por llegar temprano a donde voy.
Cuando llegué al final de esa ruta, ubicada al final de la avenida España, debía tomar otro bus en una para que siempre está repleta de pasajeros, pero un camión, si un camión 750, muy alto, acababa de salir de la parada y se detuvo para que otros pasajeros y yo, que íbamos llegando, pudiéramos subir.
Otra vez le di gracias a Dios.

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Llegué a tiempo para mi programa, gracias a Dios.

El camión no iba muy lleno porque a mucha gente no le gustan los camiones como transporte público. Ese era un camión con barandas, sin techo y con una escalerilla para que subieran los pasajeros, debido a su altura.
Siempre que subo a uno de estos camiones sin asientos, procuro ir hasta lo más adentro y sujetarme de la parte que da a la cabina del conductor. Me parece que es lo más seguro. Allí iba yo.
El camión rodaba bastante lento y se detenía, porque el chofer no quería que se le quedara ningún pasajero y cuando estuvo lleno, mientras recorríamos la avenida Perimetral, se detuvo una vez más y esta vez sí parecía arrancar con bastante velocidad, pero de repente se paró.
Fue en ese momento en el que apareció San Nicolás.
Tan pronto se detuvo el vehículo, el chofer, sin bajar, sino que subió desde su asiento, asomó el cuerpo completo por la baranda, parecía que estaba de pie sobre el asiento o la ventana, y comenzó a gritar: “Te bajas del camión. No es por no darte la cola. Menos mal que te vi. ¿Y si te hubieras caído y te medio matas? Bájate, bájate”.
Entonces miré al otro lado para saber a quién le gritaba el hombre. Y vi a un joven muy flaco, de tez morena, camisa blanca y cara de buena gente, que llevaba puesto un gorro de San Nicolás, que entraba al camión por la baranda.
Una vez dentro, y mientras el chofer seguía gritando, el muchacho, quizá veinteañero, asentía con la cabeza gacha, como pidiendo perdón.
¿Qué había hecho? Entonces lo entendí: Cuando el camión se detuvo para recoger pasajeros y arrancó de nuevo, el joven se colgó de la baranda y mientras el carro de carga rodaba el trataba de entrar al camión. Su intención era no pagar el pasaje. Fue cuando el chofer lo vio por el espejo retrovisor y se detuvo para bajarlo.
Una vez que el conductor dejó de gritar, el joven le pidió disculpas y bajó del camión. Pero no bajó por la escalerilla, sino que salió por la baranda, tal como había entrado.
Todo fue muy rápido. Y una vez que volvió a arrancar el camión, se escucharon comentarios como: “Eso es muy peligroso, pudo haberse matado”, “¿Por qué no pidió la cola?”, “Bien bobo que es. Tenía que hablar y decir que no tenía real para que le dieran la cola”, “Si se mata el que se mete en peo es el chofer”.
Bueno, llegué a tiempo al programa y lo hice como siempre, con mucho gusto, con mucho cariño y con mucho empeño. La radio me encanta, me llena.

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La radio me encanta.
Cuando salí de la radio, me fue al mercado a comprar el café. En casa tomamos bastante café y nos ahorramos bastante dinero cuando lo compramos en el mercado a quienes lo muelen en el lugar. Siempre compramos un cuarto de kilogramo, medio kilogramo y hasta un kilogramo. Allí es más barato.

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Otro aspecto del mercado periférico, que estaba bastante movido.

Después caminé dos cuadras, atravesé la plaza Centurión, una de las más antiguas de la ciudad, y llegué hasta el taller de reparación de equipos electrónicos de mi tío Enrique. Él reparó el cargador de mi hija.
De allí caminé hasta la parada del mercado y tomé un bus atestado de gente para volver a casa.

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Pasé por la plaza Centurión, una de las más antiguas de la ciudad.

En el camino recordaba al San Nicolás flaquito que saltó al camión. Lamenté no haber tomado la foto, por haberme quedado atónito viendo lo que ocurría. Pero también me dije que me hubiera tomado mucho tiempo sacar el teléfono y encenderlo antes de tomar la foto. Es que, por miedo a los “robateléfonos” que abundan en la ciudad y hacen de las suyas en el transporte público, apago el aparato antes de salir de casa y me lo meto por un lado de la cintura, tratando de disimularlo con la camisa.
Creo que más bien fue por eso que no pude hacerle la foto al San Nicolás flaquito.

(Todas las fotos que aquí presento son de mi autoría. Fueron realizadas con mi teléfono ZTE A3 Blade Lite)

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Hola. Muchas gracias
Gracias por tomarme en cuenta. Eso me estimula para avanzar en este nuevo camino que he emprendido.
Gracias.