Hoy, fui una víctima más de la delincuencia que ataca a mi país, y lo que fue una simple cena con mi novio al salir de clases, pudo convertirse en el fin de nuestras vidas aunque suene demasiado fuerte decirlo.

Decidí escribir mi post sobre esto porque creo que es un buen medio para desahogarme a pesar de que ya lloré un buen rato, y ustedes me dirán ¿Por qué llorar si sigues viva?, bueno, lloro porque me parece injusto que un bolso valga más que una vida, y más allá de la impotencia de ver como me arrebataban mi bolso con todas mis cosas (Apuntes de la universidad, mi monedero con mis papeles y tarjetas, maquillaje, mi celular), se produjo en mi una rabia terrible que aún no logro controlar, no entiendo por qué hemos llegado al límite en el que ni comer una hamburguesa en la calle puedes porque si a alguien le da la gana de matarte, lo hace.

Independientemente de lo mucho que valga tu celular o el resto de tus pertenencias, nadie tiene por qué querer arrebatarlas a cambio de una vida, y ya sé que lamentablemente muchas personas prefieren vivir de lo que roban en vez de trabajar y conseguir sus cosas con sacrificio, creo que es por esto que más que el gobierno (que tampoco sirve para nada), la crisis la forman las mismas personas que sin ningún tipo de escrúpulos ni valores, le hacen daño al prójimo sin saber que a la final se hacen daño a ellos mismos.

Una cosa es contarlo y otra vivirlo, gracias a Dios tuvimos suerte y sólo hubo perdidas materiales, porque cuando vi el arma apuntado al estómago de mi novio y escuchaba al ladrón amenazarme, sentí que ese sería el último segundo de mi vida, y es sumamente lamentable tener que decir que si no tienes "suerte", te pueden arrebatar la vida por robarte o porque simplemente tus pertenencias no alcanzaron las expectativas del ladrón, aún y cuando no colocas resistencia durante el robo.

Es frustrante para mi tener que vivir mi juventud, la mejor época de mi vida, encerrada en mi casa por temor a que si salgo, no pueda regresar viva a casa, y es en estos momentos en donde las ganas que me quedan para seguirle apostando a mi país, se extinguen.