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“Hace un par de meses vine a España en busca de un futuro que ya no podía tener en mi país”. La venezolana Dania Díaz hablaba con su acento dulce mientras movía las cartas a toda velocidad. Un truco tras otro para explicar qué la había llevado hasta el set del programa televisivo Got Talent, en el que mezcla números y naipes de forma hipnótica. “Paciencia, porque de poco la vida recuperará el orden”, sentenció al final de su actuación Díaz, de 28 años, una de las hijas del éxodo que arrojó a millones de venezolanos fuera de su país, empujados por una crisis que no encuentra su techo. Así lo reseña lanacion.com.ar
Por Daniel Lozano
Es la Venezuela que se reinventa y se reconstruye más allá de sus fronteras. Un buen pedazo de un país que se escapó en pleno desmoronamiento por los años del chavismo. Según la última encuesta de Consultores 21, la diáspora venezolana ya está formada por más de cuatro millones de personas, una cifra que crece todos los días en un país de 31,5 millones de habitantes. Y lo que falta: cuatro de cada diez se plantean emigrar. El sociólogo Tomás Páez, uno de los grandes estudiosos del fenómeno, estima que para mediados de este año en torno al 15% de la población se habrá ido del país.
Quién se lo iba a decir a un grupo de estudiantes que en 2012 convirtió su trabajo audiovisual de fin de curso en tendencia en las redes sociales. Una frase (“Me iría demasiado”) que reflejaba su deseo de huir de una Venezuela que empezaba a sufrir los primeros síntomas de su gran crisis.
Hoy son millones los que se quieren ir: cuatro de cada diez, en una estadística que se antoja realmente conservadora luego de la pesadilla navideña, entre promesas incumplidas, protestas, la hiperinflación desorbitada, una escasez que incluyó productos tradicionales, la constante ausencia de medicinas y la violencia cotidiana en las calles.
El éxodo venezolano va contra su propia historia: jamás existió antes. Quién se lo iba a decir a Gaby Páez y su formidable voz, captada mientras entonaba un aria de Giacomo Puccini para ganarse la vida, convirtiendo las calles de Santiago de Chile en una improvisada ópera urbana. Desde ese momento su suerte cambió. Incluso un empresario millonario local le ofreció financiamiento para seguir su carrera.
Dania y Gaby, dos casos de la otra Venezuela, la que es tan compleja de cuantificar porque en el cóctel venezolano se mezclan las personas con doble nacionalidad (sobre todo en Europa), los ilegales y la falta de pasaportes. Porque Venezuela también sufre escasez de pasaportes. Además, el gobierno no facilita estadísticas, la misma táctica que en otros ámbitos sociales. Incluso el presidente Nicolás Maduro -que allana su camino para ser reelecto antes del 30 de abril- afirmó varias veces que tal éxodo no existe, que son los colombianos los que siguen atravesando las fronteras para refugiarse en Venezuela.
Las tierras prometidas favoritas para los nuevos emigrantes son Colombia y Chile (17% de las preferencias para ambos países), seguidos de Perú y Estados Unidos. Rick Scott, gobernador de Florida, el estado que más venezolanos acoge, dijo que su tierra “se enorgullece de ser un crisol increíble y el hogar de una vibrante población venezolana”.
Y también en Ecuador, la Argentina, Panamá, Brasil, República Dominicana, México, Canadá, Australia y los países europeos. En la Argentina, la llegada de venezolanos creció 140% en 2017, Fueron más de 27.000, seis veces lo registrado en 2015. Y para este año se prevé otro récord.
Ese es solo es el principio de una lista interminable. La ola venezolana llega a todos los rincones del mundo, aunque, como tantas veces sucedió a los cubanos que navegan a Florida, algunos se ahoguen en el intento. Los familiares de los cuatro jóvenes muertos durante la travesía hacia Curazao recibieron sus cuerpos el viernes pasado. El cadáver de otro ahogado aguarda que sea identificado en la isla caribeña.
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Un cordón umbilical invisible une a todos los emigrantes con su país de origen, pero en el caso del venezolano es el doble de grueso. Durante las protestas de 2017 participó desde fuera con sus propias movilizaciones y polémicos escraches contra diplomáticos o simpatizantes chavistas. Muchos de ellos, en su fuero interno, se culpaban de no participar en lo que entienden es la una lucha por su libertad. Y por su vida.
Durante los primeros tiempos fueron los millennials quienes encabezaron una fuga que ya parece bíblica. Hoy abarca todos los sectores sociales (55% son de clase media y alta). La encuesta de Consultores 21 también revela un promedio declarado de 1,9 personas emigradas por núcleo familiar. Casi un 30% no quiere regresar, aunque cambie la situación del país.
“Esta salida forzosa al mundo trae consigo muchas posibilidades: movilidad de creaciones y proyectos, nuevas redes de cooperación informal al territorio, nuevas narrativas para comprender al país, creación de capital social migratorio. La migración es un hecho profundamente transformador”, dice el escritor Zakarías Zafra, desde México.
Un país que se reinventa fuera sin dejar de dar su aliento a los suyos. Las remesas ya son un fenómeno económico que salva vidas y estómagos. Una cola inmensa frente a un Western Union de Cúcuta, ciudad colombiana fronteriza con Venezuela, lo confirmaba ayer. Cientos de “criollos” buscan todos los días los envíos que sus familiares les realizan desde los confines del planeta. Al existir control de cambios en su país no pueden recibir el dinero de forma directa. Toca cruzar la frontera.
Eduardo Ruiz, de 28 años, debutará en unos días tras ganar este fin de semana su primer salario en Santiago de Chile. Despedido de una agencia del gobierno por no votar en las elecciones para la Asamblea Constituyente, se estrenó como vigilante de seguridad. Cobrará 150 dólares por casi 60 horas seguidas. “Chamo, ¡eso no lo gano ni trabajando un año en Caracas!”, decía anteayer, eufórico.
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“Venezolano que vives fuera, sé amable con el que está adentro. Hasta comprar la comida que lleva a su casa es una odisea”, describe el narrador Héctor Torres, reconocido por su obra de culto “Caracas muerde”. Su reflexión no temina allí: “Venezolano que vives dentro, sé amable con el que está afuera. Extraña tantas cosas de su vida que suele sentirse solo”.
No todo el mundo extraña a los que se fueron demasiado. “La emigración y el control social son ambas políticas de Estado eficaces para consolidar la dictadura”, denuncia José Ignacio Guédez, diputado de La Causa R. La teoría es que el chavismo también copia el modelo cubano: abrir el escape de gas cuando la caldera está a punto de explotar, como en el Mariel o con la crisis de los balseros.
La diferencia es que con esta salida masiva Maduro se quita millones de votos en contra, ya que el oficialismo impide y limita el voto en el exterior. Los que se van son los más desesperados y enfadados. Un 40% de los que huyen votaron o se sintieron chavistas en algún momento de sus vidas.
¿Qué puede suceder si las elecciones adelantadas confirman que Maduro está decidido a seguir la misma ruta? Zafra lo ve muy claro: un apocalipsis con fecha y hora. “Provocaría un éxodo en estampida y aceleraría la crisis humanitaria. Pondría en alerta a los países receptores y endurecería controles migratorios. Haría que menos gente piense en regresar”, sentencia.
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