A pesar de haber nacido demasiado tarde, aún queda un atisbo en mi mente de mi Venezuela bonita.
Y a pesar de haberme perdido tantas experiencias, tengo las historias de quienes si lo hicieron en mi mente, y me hacen soñar sobre lo bonito que pudo haber sido vivir ahí.
Recuerdos tan bonitos como esos Diciembres, en los que toda la familia se reunía en una sola casa, y en la mesa más larga cenábamos todos juntos.
Recuerdos como sentarnos en la puerta a hablar con los vecinos hasta tarde, sin el temor de sufrir las consecuencias de la inseguridad.
Recuerdos como que al enfermarme, lo único que me aterraba era ir al doctor y que me inyectaran.
Recuerdos de esos carnavales, en los que nos daba miedo salir a la calle porque algún travieso nos podía mojar.
Recuerdos de las vacaciones con los mejores paisajes, destinos increíbles, desde las playas más hermosas hasta las cascadas más altas y las montañas más frías.
Los recuerdos son infinitos, y lo más triste de todo es que esa Venezuela que todos tenemos en la memoria ya no existe.
Esa Venezuela está rota.