Aristóteles señalaba el deseo de saber cómo algo natural o connatural todo ser humano. El deseo natural de conocer que está en el hombre es innegable. Pero todo aquello que conocemos parte de una verdad cognoscible, y nunca de la falsedad. Analicemos juntos en qué sentido este deseo natural de conocer es la primera relación entre la filosofía y la teología.
Para ese propósito será de suma importancia recurrir a todo lo que he manifestado sobre el papel de ambos saberes. Pues, tanto la teología, como la filosofía hacen que el ser humano encuentre sentido a su propia existencia, conociéndose a sí mismo y a aquello que lo trasciende.
En esa medida ambos saberes se convierten en medios para que el hombre alcance su verdad más plena sobre sí mismo y sobre su propia misión en la tierra. La filosofía mediante la reflexión del cosmos y la relación que el hombre tiene frente a la realidad. La teología mostrándole su más alto sentido de ser humano, dándole la plenitud de los anhelos íntimos que guarda en profundo de su corazón.
En el caso de la filosofía debe comprenderse en su sentido original, es decir como útil para la vida, como ya hemos visto en el pensamiento de Ratzinger en su reflexión sobre el cristianismo como la verdadera filosofía. Esta idea también es expuesta por Lou Marinoff, quien señala:
«La filosofía, al principio, era una forma de vida, no una disciplina académica; es decir, no solo objeto de estudio sino también de aplicación. No fue hasta el siglo pasado, aproximadamente, cuando la filosofía se vio consignada a un ala esotérica de la torre de marfil, llena de avances teóricos pero desprovista de toda aplicación práctica.»
Pues, la filosofía sí solo es una disciplina académica estaría reservada para quienes han estudiado la carrera y no el común de las personas, que también se preguntan por su propia existencia. Nosotros ya hemos hondado en este aspecto con el pensamiento del cardenal Ratzinger. La filosofía al buscar el sentido de la existencia humana se pregunta por la verdad del hombre y de la realidad que lo trasciende. Como es explicado por Karol Wojtyla en las siguientes palabras: «En referencia a la verdad está contenido, de algún modo, el «confín» de la estructura personal de la autodeterminación.
El hombre, en cuanto sujeto de la acción, alcanza este «confín», entonces en una cierta medida se realiza a sí mismo. La estructura personal de tal realización corresponde, en base a la experiencia, a la auto-teleología del hombre.»
Esto no significa un encerramiento de la persona, porque, la «auto-teleología» presupone la teología, pues ella es el fundamento último de la moralidad y los valores que se buscan, y en definitiva es una mirada hacia lo trascendente. Puesto que la teología es la ciencia que nos habla de lo trascendente, lo que está como meta final del hombre, entonces a la axiología le corresponde encaminar al hombre hacia esa plenitud.