Mientras caminaba hoy de regreso de mi trabajo como mesero en Argentina, que no me gusta mucho que digamos, me preguntaba qué dirección quería darle a mi vida desde ahora. Ahora ya había cumplido mi sueño de viajar por diferentes países, pero al hacerlo me di cuenta de que la realidad me sobrepasaba. Que sobrevivir es duro, que el hambre existe, y que el mundo es más grande de lo que pensaba.
Me di cuenta de que todas las crisis de ansiedad y todos los malos momentos que he tenido durante este viaje han sucedido por una sola razón: no me había estado haciendo cargo de mis propias decisiones hasta ahora.
Estaba tan ocupado evaluando mis decisiones; si una fue buena; si una fue mala; si otra pudo haber sido tomada de una manera diferente... Que no me di cuenta de que estaba desperdiciando el momento presente peleando una batalla inganable en mi mente: la lucha contra el pasado.
Sí, extraño a mis padres, a mi perrita, a mis amigos, a mi país, a la comida, a mi comida, a mi comodidad. Pero también estoy orgulloso de saberme capaz de romper mis raíces. Y esto sólo lo logré haciéndome cargo de mis decisiones.
Si algo he aprendido es que no hay que sobre valorar las decisiones que vamos a tomar pues ninguna decisión es perfecta. Todas y cada una de ellas tienen un riesgo, algo que perder, o una falla. Y aún así, tomar la peor decisión de todas es mejor que no tomar ninguna decisión, ya que si haces eso, otros serán los que decidan por ti.
Si tomaste decisiones por razones equivocadas, tampoco importa, pues al final las tomaste y debes hacerte cargo de ellas.
Así, con decisiones que tomé, algunas que me pesan, otras que no, me salí de mi país y pisé Vancouver, Taipei, Hong Kong, Hanoi, Kuala Lumpur, Melaka, Singapur, Londres, Buenos Aires, Rosario y ahora Córdoba. Y de la misma manera espero conocer Bolivia, Chile, Perú y Colombia.
(Foto tomada en Gardens by The Bay en Singapur)
Veamos qué me depara mi próxima decisión.
Arrepentirse es de cobardes.