Capítulo I
Era una hermosa niña.
Niña aún porque apenas entraba a los diecisiete años de edad. En ese momento se encontraba en el aula de clase donde copiaba lo que la profesora escribía sobre la pizarra.
Su piel lozana y juvenil le daba un aire de inocencia, pero su mirada era impenetrable y enigmática.
Seguía escribiendo la niña, pero soñaba. En ese momento se imaginaba estar jugando Voleibol con Leonardo en la cancha deportiva del colegio, si bien era cierto que podía ser cualquier otro, solo se imaginaba a Leonardo. Siempre era él. En su sueño sonreía ante el divertido encuentro. Sonrisa que jamás exteriorizaba.
Seguía copiando la niña.
También podían ambos estar montando bicicleta o cabalgando uno tras otro. Pero nada era cierto ni lo había sido, y quizás nunca lo fuera.
De pronto se vio de diez años ante la maestra llorando mientras relataba algo, su abuela estaba inclinada tras ella. Sus compañeros estaban muy asombrados. Fue quizás cuando comenzó a darse cuenta de la gravedad del asunto, no recordaba la expresión de la maestra, pero en su dureza estaba perpleja.
Siguió escribiendo sin inmutarse, en apariencia, ante tal recuerdo...
Todo se reducía a algunos años atrás. Mis padres se habían separado, fue el primer momento de estallido y confusión en mi vida. De pronto me había visto sola viviendo con mi padre, mi madre y mis dos hermanos ya no estaban y no volví a verlos hasta mucho tiempo después. Tenía siete años. Algún tiempo después comenzaron las pesadillas: un hombre me visitaba en mi cuarto y todo era oscuro, era mi padre que bebía mucho.
- “El padre se acostó con ella” - dijo alguien una vez y creo que fue lo último en concreto que escuché decir...
Una vecina iba mucho a la casa y de pronto hubo otra confusión y un escándalo aún mayor. La casa se vio llena de gente extraña. Vi a papá cuando se lo llevaban esposado y me vi rodeada de otra gente en otro lugar. Volvía a quedarme sola. Poco tiempo después me enviaban al interior con la abuela, enigmática e introvertida.
Por mucho tiempo no escuché a nadie hablar, solo movían los labios y me miraban de manera insistente e indefinida.
Transcurrió algún tiempo antes de comenzar a oír a la gente a hablar nuevamente y los ruidos que me rodeaban, pero todo mientras no veía esa mirada en las personas que me rodeaban, como diciéndome muchas cosas adultas y a la vez percatándose de que era una niña.
Después ya no vi a más nadie, solo a la abuela y a los tíos. Las cosas cambiaron, el ambiente. Me vi en una casa extraña y en otro lugar. La abuela me llevó de la mano con un señor que me miró diferente a como me miraban los que me rodeaban.
El trato con ese señor en un sitio fresco y agradable me hizo sentir más en confianza, pero me hizo volver a las pesadillas. Con él escuché por primera vez en mucho tiempo de nuevo mi voz, cuando desde los siete comenzó toda mi confusión.