Leonardo Vargas se secaba las lágrimas con las manos. Intentaba dejar de llorar pero no podía. No tenía fuerzas para aplaudir. Se quitó la gorra y se tapó la cara. La multitud rugía emocionada en la avenida Francisco de Miranda en Caracas, mientras el presidente de la Asamblea Nacional se juramentaba como presidente encargado de Venezuela.
Con el brazo derecho arriba, frente a miles de seguidores que emulaban su gesto, el diputado Juan Gerardo Guaidó Márquez dijo:
“Juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional como el presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres”.
Juan Guaidó declara durante concentración, junto con su esposa, Fabiana Rosales. Fotografía: Alfredo Lasry | RMTF
Agobiado por la crisis, Leonardo dejó a su esposa y a su hijo en Venezuela y se fue a Chile a trabajar en 2017. El año pasado regresó. “Volví por mi familia y porque creo en este país”. Este miércoles 23 de enero de 2019, cuando se conmemoraron 61 años de la caída de Marcos Pérez Jiménez, su hijo mayor cumplía cinco años. Se quedó en casa con su mamá y su hermano de dos meses. Leonardo salió a marchar temprano desde Guarenas, en las afueras de Caracas. Recorrió 30 kilómetros para llegar a la plaza Juan Pablo II, en Chacao, donde se hizo la juramentación. Quería ver a Guaidó, quería protestar por una situación que ya le resulta “inaguantable”.
Guaidó invocó la Constitución para asumir la Presidencia de la República. El artículo 233 establece que el presidente de la Asamblea Nacional asumirá la primera magistratura cuando haya falta absoluta en el cargo. El Parlamento no reconoció las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018, en las que el Consejo Nacional Electoral proclamó reelecto a Nicolás Maduro para un segundo período. Los comicios se desarrollaron con la mayoría de los partidos políticos opositores ilegalizados, dirigentes encarcelados o en el exilio y sin la presencia de observadores electorales independientes. Por eso, los gobiernos de 47 países tampoco reconocieron los resultados.
José Garrido fue por primera vez a una marcha opositora este 23 de enero. Recibió un disparo en la columna en 2010 y quedó en silla de ruedas. “Me dieron unos tiros para robarme. Perdí un riñón. Una bala me perforó el intestino y el páncreas y se alojó en la columna”. Salió a manifestar porque cree que comienza una etapa política decisiva. “Si esta no es la oportunidad, no hay ninguna otra. Guaidó es un hombre preparado, más preparado que cualquiera de los que están en el Gobierno”. Garrido tiene una panadería en la parroquia San Juan del municipio Libertador, desde 2005. “Tengo que hacer magia para mantener el negocio”. Los 250 sacos mensuales de harina que entrega Sunagro no bastan para cubrir la demanda. Dos de sus tres hijos viven en el exterior. Al hablar sobre ellos, bajó la mirada. “Como padre es muy difícil. Se fueron hace dos años y no quieren regresar”.
Garrido marchó acompañado por unos amigos de San Juan. El más joven tiene 18 años y trabaja en un abasto. No estudia. El grupo intentó ir más temprano hasta la plaza Madariaga, en el Paraíso, a unos 800 metros de la cuadra donde viven. “Era lo más cerca, pero le cayeron a bombas lacrimógenas a la gente”, afirmaron. Uno de ellos tiene 32 años y trabaja por cuenta propia en construcción. De él dependen sus tres hijos: uno de cinco, otro de siete, y otro de dos años. “Tengo familia en Ecuador pero nosotros nos quedamos en Venezuela”.
Manifestantes sostienen bandera en la Avenida Francisco Miranda, municipio Chacao, este 23 de enero. Fotografía: Ernesto Constante | RMTF
Guaidó se juramentó como presidente de la Asamblea Nacional el 5 de enero de 2019 y prometió impulsar una transición. El 11 de enero hizo un primer cabildo abierto en Caracas para pedir el apoyo de la población. El 15 de enero, los diputados declararon oficialmente la usurpación del cargo por parte de Maduro y aprobaron las primeras medidas: amnistía para los funcionarios civiles y militares que contribuyan con la restitución del orden constitucional, pedir a la comunidad internacional que congele las cuentas del Estado venezolano en el extranjero, a fin de evitar que el Ejecutivo de Maduro maneje el capital de la Nación y autorizar el ingreso de ayuda humanitaria para atender la crisis.
Durante 12 días, los diputados de la Asamblea Nacional organizaron más de 100 cabildos en todo el país. Fueron el preámbulo de este 23 de enero. Hubo 53 concentraciones en Venezuela y protestas planificadas por los venezolanos emigrantes en más de 200 ciudades del mundo. Las manifestaciones partieron desde nueve puntos en Caracas este 23 de enero.
Participaron manifestantes de parroquias populares de Caracas como Caricuao, San Juan y Catia, y de ciudades satélite como Guarenas. También viajaron desde otros estados. Una familia se trasladó desde Ciudad Bolívar para ir a la protesta.
La señora Wendy vino de Charallave, a 50 kilómetros de Caracas. Se despertó a las 4:00 de la mañana para alistarse. La acompañaron sus dos hijas, de 19 y 24 años, su esposo y una amiga. No participó en las manifestaciones opositoras de 2014 ni de 2017. El presidente de la Asamblea Nacional era desconocido para ella hasta el 11 de enero. Ese día decidió que iría a marchar. También fue al cabildo abierto que hubo en Charallave el martes 22 de enero. “Creo que los cabildos fueron una buena estrategia porque motivaron a la gente a salir. No vemos que la oposición esté coordinada, sino que apareció este muchacho, que es nuevo para mí, y tiene potencial. Antes estábamos dormidos y la gente sentía mucho temor. Pero vemos que tiene argumentos de ley que nos están protegiendo y que nos van a ayudar. Entonces es ahora o nunca”.
—¡Esta es la devaluación de Maduro! —, gritó una mujer entre la multitud apretujada.
Un hombre lanzaba billetes de quinientos y de mil bolívares del viejo cono monetario. Volaban sobre las cabezas de los manifestantes y caían al piso, todavía húmedo por la lluvia de la mañana. Un joven los pateaba.
Billetes son lanzados al piso por manifestantes. Fotografía: Giovanna Mascetti | RMTF
“Es una forma de protesta. El dinero no vale nada. Y si imprimen otros nuevos dentro de poco tampoco van a servir”. Herman Rodríguez, de 62 años, es ingeniero civil. No consigue empleo. Desde hace dos años hace transporte turístico en todo el país y es guía de montaña. Su esposa perdió su trabajo en 2014, luego de que la compañía donde laboraba fuera expropiada. Rodríguez mantiene el hogar y a su madre de 86 años. “En ecoturismo los presupuestos son en dólares y los clientes no tienen liquidez para pagarlos. Este negocio también está un poco muerto. Apenas tengo bolívares los invierto en comida. Trato de mantener bien mi autobusito para ofrecer mi servicio como le gusta a la gente”.
Representantes de todos los partidos políticos participaron en la protesta. Había tantas personas en la tarima, que la primera parte del acto se convirtió en un regaño constante. Roberto Campos, el presentador, gritaba a periodistas, diputados y dirigentes para que bajaran del sitio. No le hacían caso. Mientras los dirigentes del Movimiento Estudiantil daban los primeros discursos, la multitud tenía dificultad para verlos. A los lados de la tarima había dirigentes y militantes de partidos tomándose fotos. Tapaban a los oradores. “¡Bájense!”, gritaban. ¡Queremos a Guaidó!”, reclamaban.
También dieron discursos varios representantes de la sociedad civil: Ana Rosario Contreras, dirigente del gremio de enfermeras; Víctor Márquez, de la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela; la familia del diputado Juan Requesens, encarcelado en el Helicoide; también Sergio Sánchez, integrante del Movimiento Desafío de Todos, que encabeza Miguel Rodríguez Torres, exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, ahora encarcelado. La gente perdía la paciencia. “¡Córtala!”, le gritaban a Sánchez a mitad de su intervención. “¡Juramentación!”, pedían. Manuel Rosales, líder del partido Un Nuevo Tiempo, fue abucheado cuando subió a la tarima. “¡Fuera Rosales!”. “¡Vete de aquí!”, le gritaron.
Los diputados Juan Pablo Guanipa, Stalin González y Edgar Zambrano fueron los oradores por la Asamblea Nacional. Dijeron que todos estaban unidos y respaldaban a su presidente.
Guaidó subió al podio con una bandera en la mano derecha y la Constitución en la izquierda. “Venezuela nació en un cabildo”, recordó en su discurso. Hablaba del Cabildo abierto de Caracas, que el 19 de abril de 1810 repudió a Vicente de Emparan como capitán general de España, en la época de la colonia. Se consideró el primer hito de la independencia venezolana: su proclamación.
“Hemos esperado este momento durante años, lo hemos construido marcha a marcha”, aseguró el diputado. Lo rodeaban compañeros de su partido, diputados de la Asamblea Nacional, representantes de la sociedad civil. Su esposa, Fabiana Rosales, estaba a su lado. La abrazaba Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, el líder de Voluntad Popular que está encarcelado desde 2014. En una de las esquinas de la tarima, los diputados Juan Andrés Mejía, Carlos Paparoni y Miguel Pizarro repetían todas las consignas. Habían estado sentados durante el acto, conversando. Saludaban a la gente que les pedía fotos. Pero cuando comenzó a hablar Guaidó se pusieron de pie y se acercaron al podio. Los cuatro fueron compañeros de protestas cuando dirigían las filas del Movimiento Estudiantil en 2007.
Guaidó afirmó que después de tantas protestas esta vez es diferente. “La unión, la unidad de todos los partidos. Aquí lo ven, de los sectores sociales, del chavismo disidente. Bienvenidos, hermanos. Esa ha sido la gran diferencia real de este inicio y esta construcción. La fortaleza y la unión de todos los factores. Aquí no se trata de torcer el brazo a nadie, aquí vamos a estrechar manos”.
Multitud se concentra frente a la Plaza Juan Pablo II, sobre la Ave. Francisco de Miranda. Fotografía: Diego Vallenilla | RMTF
José Velásquez, de 59 años, fue a protestar junto a su esposa y a sus viejos colegas de la Policía Metropolitana de Caracas. Venían de Guarenas. Hace mes y medio, Velásquez fue operado de la vesícula y sus médicos le recomendaron no asistir a la marcha. “Pero yo tenía que estar aquí”, dijo. Sostenía una pancarta con el logo de la institución extinta: las letras PM en amarillo sobre fondo azul. Es comisario jefe jubilado. Le faltaban dos meses para llegar a la máxima jerarquía policial cuando el Ejecutivo liquidó el cuerpo policial, en 2011. Ahora ofrece asesorías sobre derecho y es carpintero. Aporta junto a su hijo menor el dinero para comprar la comida en casa. La pensión de su esposa también es una ayuda para hacer pequeñas compras diarias. “Antes teníamos un mercado para los policías llamado Mercapol. Había dos en Caracas, otro Charallave y en La Guaira. Eso ya no existe. Los precios eran más económicos y podíamos pagar por nómina. Hace años que no hacemos un mercado grande”.
Guaidó aseguró que hay un plan para el país, con medidas para resolver la crisis. Reiteró que hay una ruta: declarar la usurpación, convocar a un gobierno de transición y llamar a elecciones libres. Pero advirtió que solo podrá lograrlo si la población lo respalda y la Fuerza Armada lo apoya. Habrá más protestas. “Nos estamos preparando para hacer una gran marcha y recibir la ayuda humanitaria la primera semana de febrero. No va a ser de gratis que entra. Se van a dar cuenta que tenemos que exigir. Ojalá esa familia militar se ponga del lado de esta Constitución”.
Prometió que imprimirían la ley de amnistía para ellos y la repartirían en todas las alcabalas, la harían llegar a los cuarteles este fin de semana.
En la primera fila, los manifestantes se sorprendieron al ver a María Corina Machado, líder del partido Vente Venezuela, quien ha tenido diferencias con otras toldas opositoras. No subió a la tarima con los demás. Presenció la juramentación apoyada en la baranda. Abrazó a varios que lloraban. También levantó la mano derecha cuando Guaidó decidió juramentar a todos los asistentes. El compromiso, afirmó el diputado, debe ser de toda la población.
“Yo, venezolano y venezolana, juro ante Dios y mis hermanos venezolanos, respaldar la lucha del cese de usurpación y asumir responsabilidad bajo el artículo 333 y 350 de nuestra Constitución. Para lograr el respaldo de la Fuerza Armada Nacional y de la comunidad internacional hasta lograr plenamente el artículo 233 y toda nuestra Constitución. Juro también asumir el compromiso de la no violencia, con convicción y con firmeza”, dijo Guaidó y repitió la multitud.
Manifestantes levantan la mano derecha y repiten juramentación de Juan Guaidó. Fotografía: Gaby Oraa | RMTF
Bajo la tarima, un grupo de los Cascos Azules atendieron las emergencias. Desmayos, personas con hiperventilación, manifestantes con la tensión alta. Una madre y su hijo se encontraban entre los voluntarios que visten de azul y llevan cascos blancos. “Hasta ahora hemos atendido al menos 25 personas”, informó Jhean Álvarez, de 28 años. “Hay muchos factores que influyen. El calor, deshidratación, ¡incluso las emociones!”. Eran cerca de la 1:30 de la tarde. El presidente de la Asamblea Nacional estaba por terminar su discurso.
Mientras Guaidó juraba, unos gritaban a destiempo, otros decían que él sí era su presidente. “¿A qué partido es que pertenece?”, preguntó una mujer en voz baja.
El himno nacional comenzó. Una madre se quitó el sombrero y le retiró la gorra tricolor a su hijo adolescente. Se pararon firmes, con las manos detrás de la espalda. Cantaron erguidos. En el último “gloria al bravo pueblo”, ella se tapó los ojos con la mano izquierda para disimular las lágrimas. Volvió a ponerse el sombrero y agarró a su hijo de la mano. La multitud comenzó a moverse.
Un hombre levantó el celular y gritó a los manifestantes que el gobierno de Estados Unidos había reconocido a Guaidó como presidente de Venezuela. Algunos celebraron. Otros siguieron sin inmutarse. Una mujer se acercó y miró la pantalla del celular. “¡Venezuela es libre!”, gritó mientras leía el tuit de la Casa Blanca.
En Campo Alegre, a una cuadra de la tarima, Guaidó intentaba abrirse paso entre la muchedumbre que se agolpaba para hacerle fotos y videos con celulares. Comenzó a correr. La gente corrió con él. A medida que avanzaba y se despedía con una sonrisa amplia, los manifestantes celebraban. Guaidó atravesó la plaza de Campo Alegre hasta desaparecer entre la multitud. La celebración se atenuó y muchos repitieron la misma pregunta: “¿Qué va a pasar ahora?
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