Mi madre Alicia, falconiana de nacimiento, pertenece a la generación del treinta y seis. Sus primeros años transcurrieron entre casi tres familias. Dos por parte de madre, otra por parte de padre. Tuvo 11 hermanos y al menos para tres de ellos, debido a su estatus fraterno, le tocó fungir de mamá.
Dicen las abuelas que desde jovencita fue una chica recatada, poco sociable; prefería estar en la casa perfilando su futuro. Estudió bachillerato mercantil y trabajó como secretaría-taquígrafa hasta poco después de casarse con su único pretendiente, hoy mi padre.
Desde que yo era niña la recuerdo como una mujer reservada, introvertida; de pocas palabras, no muy cariñosa ni expresiva, de temperamento fuerte; pendiente de sus hijos, cumpliendo el rol de esposa a la usanza de los tiempos viejos. El hombre trabajando fuera produciendo el sustento de la familia. Ella velando y responsabilizándose por el buen funcionamiento del hogar, cuidando de la prole.
Sin lugar a dudas ha sido una de las mujeres más influyentes en mi vida. No puedo decir que la única porque de alguna manera mis abuelas, tías, profesoras y hasta mi hermana menor tienen su cuota de responsabilidad en ese proceso de forjamiento de mi carácter y personalidad.
Mamá siempre cuenta que fui producto de su tercer embarazo. Di guerra desde el momento del nacimiento. Justamente pocos minutos antes del parto adopté en su vientre la posición de nalgas. Del dolor e incomodidad que le ocasioné pegaba gritos tan fuertes que retumbaban en toda la Clínica.
Tenía yo 7 años cuando mamá se dispuso a enseñarme pacientemente a lavar mi ropa, a ordenar mi habitación, a lavar los platos y a responsabilizarme por mis estudios y mis actos. Cada consejo suyo ha sido una lección. Todavía escucho con atención sus sabios consejos. Cada regaño y llamado de atención valió la pena. Antes decía: “Que fastidio mamá”, 54 años después digo: “Gracias mamá por corregirme”. Hemos sido buenas amigas, con naturales diferencias pero al fin y al cabo unidas.
De ella he aprendido a identificar sus frustraciones, sus miedos, alegrías y anhelos. Con tan solo verla a sus achinados y pequeños ojos puedo saber cómo se siente. Su cabello platinado, su andar más lento, sus primeras lagunas mentales me indican que la vejez hace rato tocó a su puerta. Cada arruga suya es reflejo de los casi 82 años que Dios mediante celebraremos el venidero 31 de octubre. En cada despertar y antes de acostarse a dormir, en sus oraciones, acaricia su sueño más preciado: tener de nuevo en casa a la familia completa. Ojalá Dios algún día lo permita.
Por su absoluta entrega, dedicación, desvelos, cuidados, al viejo y a mis 5 hermanos, a sus amados 12 nietos y única biznieta, doy gracias a Dios. No se equivocó el Padre celestial en escogernos a Alicia como mamá, con defectos y virtudes; fiel a sus creencias y principios; una madre y abuela a tiempo completo sin ningún tipo de condicionamiento.
Mi madre ha sido para nosotros como el sol y la luna; aguerrida, valiente. Una mujer con una nobleza sin paragón; un verdadero modelo a imitar, pilar y soporte de nuestro hogar.
Por todo y lo que falta te doy las gracias mamá.
awww,
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Esplendido post. Palabras cargadas de amor y cariño. Saludos.
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Te agradezco los minutos de tu tiempo que dedicaste para leerlo. Cada quien tiene su propia visión, su sentir con respecto a la figura materna en nuestras vidas. Aquí deje muy clara la mía. Un abrazo en la distancia.
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