Concurso Semanal, "Creando Historias Semana #25".//Pequeños Milagros

Después de una pausa forzada por los problemas de internet, vuelvo a este interesante y creativo concurso, dónde me siento como en casa. Esta semana haré una historia corta, pero que forma parte de uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia.

Los pequeños milagros también son grandes

Esto parte de mi historia, es real, y tienen derecho a no creerme.

En la época en que contaba con apenas unos 8 años nos tocó pasar una época muy dura. Mi mamá era maestra en una escuela de primaria y estaba separada de mi papá temporalmente. En ese tiempo, contando con la ayuda de mi progenitor, había pedido dos préstamos importantes para comprar un carro, (muy mal negocio) y una casa propia, (aunque no lo crean, eso se podía hacer en esa época en Venezuela con el salario de un educador). Con la ausencia de su pareja tuvo que afrontar ella sola ambas deudas y la situación se estaba tornando bastante dura. El día de los acontecimientos a ella le faltaba un día para cobrar su quincena, sin que le quedara un centavo de está.

Mientras tanto la lacena estaba vacía y solo quedaba algo de aliños y una harina de maíz para hacer algunas arepas, (el equivalente al pan en MI PAÍS).

Con esta situación no teníamos que cenar ese día, ni dinero para comprar. Ella estaba preocupada pero confiada puesto que decía que a ella la fe en Dios no le fallaba y que algo llegaría.

Yo estaba confiado porque ella creía en Dios, y yo creía en ella.

Ya habíamos vivido situaciones difíciles y muchas veces terminamos mejor que antes de las crisis. La calle dónde habitábamos tenía unos cuantos huecos y no era fácil de transitar. Particularmente había uno que no se veía muy bien y los carros rebotaban cuando caían en él.

A todas estas, revisando nuevamente lo que había disponible para comer, ella nos dice a mí y a mis tres hermanos:

-Ah mundo hijos, si por lo menos tuviéramos unos “tomatícos” para completar y hacer un “mojo” con estos aliños para acompañar las arepas.

Estábamos en la cocina y de repente: ¡PASSS!, sonó un tremendo golpe en la calle.

Cuando salimos a mi mamá se le llenó el rostro de alegría y nos dijo:

• ¡Hijos agarren que esto es de nosotros! mientras le daba gracias a Dios.

Al mirar a la calle, en ella había una gran hilera de tomates preciosos, rojos, maduros y grandes.
El camión del frutero que vendía por la zona había caído en el hueco que no se veía y había largado, lo que para nosotros era un tesoro y el alimento de ese día. Los pequeños recogíamos tomates con las manos y mi mamá con el delantal, y ya a lo lejos ,el camión se perdía.

Lo más increíble es que en ese momento no me pareció que había pasado nada extraordinario. Igual, mi mamá nunca nos fallaba.

Siempre que pienso en esto, a pesar de no ser alguien religioso, se me hace un nudo en la garganta.

Desde ese día siempre he tenido una fe increíble de que, sin importar las circunstancias, todo va a salir bien y también descubrí la grandeza que se esconde en los pequeños milagros.