Muy buenas noches, amigos lectores, especialmente los que escriben en castellano. Desde hace algunos días he estado escribiendo sobre un tema que me parece bastante complejo e interesante por cuanto nos interroga sobre nuestro verdadero "yo cultural". He disfrutado escribiéndolo porque además me ha permitido volver a leer textos sobre Vigostky y Coll.
Cuando una mujer da a luz, es un parto doble, uno biológico y uno cultural; sobre el primero, se dice que es el proceso mediante el cual una hembra expulsa el feto hacia el final de la gestación; pero es en el segundo alumbramiento sobre el que quiero escribir hoy, el que viene sellado por el entorno cultural, cual útero que identifica al niño como ser humano del país donde nace.
Todos sabemos que la cultura se aprehende mediante un proceso transversal a través de una interacción sinérgica que llamamos socialización; así, la cultura es el ambiente donde las sociedades recrean a sus individuos, por consiguiente, el aprendizaje cultural es aprendizaje social y viceversa, porque toda las formas de humanidad existentes permiten la permeabilidad de la fiel transmisión de tradiciones a través de generaciones, y esto, viéndolo bien, no es posible en otras formas de aprendizaje social.
Lo que te quiero decir es que la cultura forma todos los rasgos distintivos de la evolución social, materiales e inmateriales, que a su vez es la base psicológica amplia que gobierna nuestro mundo, incluso antes de nacer, porque el mismo hecho del embarazo y todas las rutinas de vida de las futuras madres, son parte de la cultura; así mismo, las características del parto y del alumbramiento.
¿A dónde quiero llegar?
El conjunto de todos los rasgos que nos distinguen como sociedad: materiales, psicológicos, espirituales, emocionales, intelectuales, tradiciones, sistema de valores, creencias, letras y arte, por ejemplo, son los mismos que nos constituyen individualmente. Sin pretender dilucidar en este espacio la diatriba de lo individual sobre lo colectivo y viceversa, una de las teorías principales de L. S. Vigotsky
El curso de los proyectos de vida individuales y grupales se diversifica al extremo de la fragmentación colectiva, mientras que pierden sentido directo diferentes dimensiones del proyecto de vida social, al desconectarse de las expectativas y posibilidades de las personas.
Construcción de la persona y la sociedad.
Este tema me parece tentador para otro post, pero lo que pretendo explicar aquí es que si nos apegamos a la anterior consideración, inclusive, si vamos un poco más allá y afirmamos, como lo hiciera Coll, que todas las personas asimilan la cultura bajo un proceso crítico-constructivo propio y no como una simple transmisión de los adultos a los niños, y siendo este un punto coincidente entre ambas teorías, estaríamos sosteniendo que ciertamente tenemos como arraigo una carga cultural que nos faculta para construir nuestra identidad en el marco de un contexto de país.
Es esta identidad la que da formato al quehacer de nuestras vidas y es la que se manifiesta por medio de nuestra idiosincrasia, no solo la presente; sino la de más de 1 500 años de historia, que pesan, que gritan, que se repliegan en cada generación y que facultan las circunstancias históricas desde nuestro nacimiento.
¿Qué pasa si nos movemos desde cualquier parte de la geografía y hacemos vida en otro lugar?
Te hablo de emigrar, así está definido en el diccionario de la Real Academia Española:
Dicho de una persona: Abandonar su propio país para establecerse en otro extranjero.
Dicho de una persona: Abandonar la residencia habitual en busca de mejores medios de vida dentro de su propio país.
RAE
Partiendo de esta premisa y de lo que trato de explicar sobre nuestro fundamento cultural, podemos trasladar nuestro cuerpo, pero lo que nos hizo ser parte de un país, no lo podemos dejar; eso lo llevamos más profundamente de lo que estamos dispuestos a darnos cuenta,
La memoria no puede desterrarse, la memoria no emigra, ella se queda donde se construyeron los recuerdos, donde los itinerarios de la identidad tomaron partido por hacernos únicos; así, las raíces de la memoria no conocen otra tierra que aquella donde se abrieron caminos hasta las arquetípicas profundidades del “yo”.
Tal vez esa sea una de las razones por las cuales, resistimos a los drásticos cambios que nos impone una nueva forma de vida, porque esos recursos personales sellados desde nuestra cultura de origen, nos fortalecen y nos blindan de la suficiente confianza para comenzar una vida, que no es nueva, sino renovada por los nuevos cambios.