Segismundo: la decisión de soñar.

   La vida es sueño es una obra en donde algunas de las grandes preguntas de la humanidad son puestas sobre una tela de juicio y son cuestionadas y descritas desde diversas perspectivas. Pedro Calderón de la Barca inserta en el personaje de Segismundo un espacio para la reflexión, para la crítica a un contexto social determinado, un lugar en donde filosofar con respecto sobre aquellos asuntos relacionados a la libertad, el poder y la vida misma.

El núcleo de la obra parece hacer hincapié en la contraposición de las concepciones de libre albedrío y predestinación. Segismundo es aquél destinado a ser Rey, pero que es sometido a un experimento cruel que en esas primeras escenas de la obra marca sus acciones. Al estar encerrado, privado del contacto con el mundo exterior, se pretende demostrar en él que a pesar de todo ello, Segismundo cumpliría con su rol, aquel que el oráculo ha predicho para él. Así empiezan las luchas entre las pulsiones del hombre, sus formas de asumir la realidad y aquellos elementos de su mundo visible que contrastan con la misión o decisión que este pueda tomar.

¿Qué haré? Mas ¿para qué estudio 

lo que haré, si es evidenteque,

 por más que lo prevenga,

que lo estudie y que lo piense,

en llegando la ocasión 

ha de hacer lo que quisiere 

el dolor, porque ninguno 

imperio en sus penas tiene?

En Segismundo podría verse reflejada una crítica de carácter social dirigida a las instituciones, a la exclusión del hombre de la vida social que se ve reflejada en la heterogeneidad de las formas de vida de la España de la época. Segismundo es un hombre aislado de la vida social y eso le convierte de cierto modo en un bárbaro, le hace desarrollar aquellas conductas poco civilizadas, le mantiene a una distancia significativa en lo que se refiere a las buenas formas del vivir.

El juego de la obra con respecto al destino y al libre albedrío parece satirizado, recalcado en Segismundo, cuyo destino escrito es condicionado por las decisiones –el albedrío- de sus encarceladores. Este mismo juego puede reconocerse en los cambios del personaje de Segismundo de la última parte con respecto a sus primeras apariciones. Acá las decisiones, el determinismo que traza a la vida de Segismundo, se convierte en una suerte de chistoso cambio y le hace ese rey merecedor y justo.

Se abre ante las puertas de la ficción un cuestionamiento con respecto a la realidad que insinúa un elemento de duda con respecto a la existencia. La vida como sueño o ilusión, pensar en que todo se imagina, es una de las cosas que atraviesa como tópico a esta obra. Piénsese en ese personaje que es engañado e insertado en un papel, cuya vida está siendo manejada por otros, que es expuesto a una experiencia de la ficción. Segismundo se enfrenta a un mundo idealizado, a un destino cuyos elementos le son tan desconocidos que se le hace imposible obviar el carácter onírico o imaginario que su supuesta condición de rey le impone. Acá, las pulsiones más profundas parecen hacerse visibles, los sentimientos y la forma de interpretar las situaciones ante ese espacio idealizado parecen darle una ilusión de libertad incontenible a Segismundo, y esto se convierte pues en una expresión despótica, en una suerte de hybris que atraviesa al personaje en un mundo tan disparatado como real. Toda la escena en donde Segismundo hace las veces de rey por primera vez, en ese contacto con el mundo exterior está bañada de ficción, de actuaciones. Segismundo en lugar de llegar al mundo real se sumerge en ese Gran teatro del mundo en donde todos actúan frente a él y en donde todo parece apuntar a que él también lo haga: a que cumpla con su destino de ser rey. 

Sueña el rey que es rey, y vive 

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

 y este aplauso, que recibe 

prestado, en el viento escribe, 

y en cenizas le convierte 

la muerte, ¡desdicha fuerte! 

¿Que hay quien intente reinar, 

viendo que ha de despertar 

n el sueño de la muerte?

La gran confusión parece buscar recrear un sentimiento de una época, las cuestiones que aún siguen estando en tela de juicio, los elementos culturales que con el transcurrir del tiempo han tomado un carácter ambiguo, propenso a las reformulaciones. De allí surge una crítica a la estructura sociopolítica que apunta a la monarquía; la revisión y recreación de las consecuencias derivadas tanto de la presunción de la existencia de un destino como el poder de las decisiones y la peligrosa libertad que deriva del libre albedrío.

Hay también una lección que busca educar, que trata de resaltar y llamar al hombre a ciertos valores que permitan regular el exceso de libertad de las voluntades. Todo esto encerrado en un personaje, en una suerte de reflexión que apunta al solipsismo, a un mundo que se construye sólo por medio de lo visible, a un engaño que se crea desde el pensamiento, desde la percepción del mundo y la interacción que se deriva de esta.

Por ello tal vez se puede ver recreado en la voz de Segismundo aquello que en el siglo XVII español –y tal vez aún en nuestros tiempos- representaba al espíritu de una época, tan cargada de dudas y contradicciones, una época de enredos y situaciones que sólo podrían imaginarse y pensarse como soñadas.

Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Así pues, todo en La vida es sueño parece apuntar a una esperanzadora forma de ver el mundo con todas sus contrariedades, siempre aferrándose al deseo de vivir; continuar en ese sueño efímero que constituye una corta vida, reconociendo la fragilidad de la misma, pero siempre persiguiendo lo soñado y siguiendo a Calderón de la Barca tratar de pensar en el reconocimiento hecho por su personaje Segismundo: “Pues así llegué a saber que toda la dicha humana, en fin, pasa como sueño, y quiero hoy aprovecharla” 

 Alejandro Mathewvizc.