el verdor de los árboles sonríe a mi alma
y el cielo despejado desvela toda nimia sensación.
El viento rozando mi piel acaricia el pasado
y el olor campestre añora nuevas ilusiones.
Cierro los ojos para vislumbrar imágenes no soñadas
y escucho con toda atención el trinar de la existencia
que aleja mi cuerpo de lo mundano.
La preocupación abandona mi ser
y el miedo corre cuesta abajo al encuentro del río
al encuentro de la felicidad infantil chapoteando el agua.
Los pesares, angustias y desilusiones
adornan con hermosos pétalos de multicolores
las diversas plantas entre el pasto y la hierba de los recuerdos.
La soledad se vuelve un suspiro prolongado
que inunda el pecho
ensanchando la gran aventura que es vivir.
Todo alrededor fluye, se desplaza, flota sutilmente,
y el tiempo diluido abandona mi espacio,
dando libertad plena a los pensamientos,
para volar como aves juguetonas.
La paz en mi interior
no es más que el ruido del agua en la cascada,
continuo, repetitivito y a la vez diferente.
Abro los ojos y el paisaje me invade profundamente,
inmenso, lejano, impecable,
y con él toda mi percepción y mi consciencia.
Abro mis manos y las giro al Sol,
para recibir los rayos acogedores
de mis más íntimas aspiraciones,
calentando mis deseos más sublimes…
mis ideas más altruistas.
Un ventarrón repentino cruza el follaje
con un sonido de múltiples chasquidos,
un tropel de hojas danzan en el aire planeando a tierra,
cayendo sobre mí como cientos de experiencias
placenteras así como dolorosas.
Yacen luego sobre la tierra húmeda
configurando un cielo estrellado de vivencias pasadas
…de recuerdos.
Rodeado de ellas,
me tiendo lentamente con la cara desnuda al cielo,
toda mi verdad se eleva humeante,
airosa e indeteniblemente al encuentro del destino
Mis párpados se deslizan y cierran la visión,
mi cuerpo se distiende delicadamente,
Una sonrisa emerge en mi rostro
Una exhalación fluye de mí…
y soy completamente feliz.