es solo que nos acostumbramos tanto a ella que nos aterra el simple hecho
de pensar en cambiarla. Esa monotonía que se genera, solo se hace cómoda
por cierto tiempo, hasta que nos damos cuenta que ella misma tiene
doble filo tornándola en un bucle que no tiene fin, convirtiéndonos en
ermitaños, hambrientos por algo que nos haga sentir remotamente lo
que solíamos y así como llega lo alejamos, prefiriendo el confort
disfrazado de rutina...
Nosotros no escogemos la soledad, somos victimas de ella...
Scheulenj.
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