(Re-escribiendo como Artaud)
Las pulsiones se aferran a mi cuello. Un enorme elefante posa sus patas sobre mi pecho y se estaciona. Parece no saber que me pisa. Endereza su trompa y larga su bocanada de respiración hacia arriba. Su grito es enorme. Es cuando me mira a los ojos y me atrapa volcándose hacia adentro.
Pierdo la fuerza. Siento que desfallezco y todo tiembla. Cierro los ojos y camino sobre el aire sin dar un paso hacia adelante o no lo sé. No quiero borrarme de mi pero me voy transparentando. No quiero perderme de mi pero no me encuentro. Quiero hallarme para estar conmigo pero no estoy en ninguna parte.
Me veo doble y soy Una sombra que se escurre. Siento el corazón en la boca y el llanto a punto de salir pero se estanca. Las ganas de morir me congela el ánimo. Pienso en las maneras de salir de este desastre que soy.
Es que mi cuerpo ocupa un espacio difuso entre el estar y el no estar. Me pierdo entre la garganta y el hecho de estar gritando para adentro, pisando firme sobre mis talones y ya no tengo fuerza para vencer al elefante, pero el elefante tampoco termina de vencerme.
Me cuesta respirar. El aire se queda en la superficie y no termina de llegar donde es necesario. Las lágrimas están detenidas y todo porque hoy soy sólo una secuencia de heridas abiertas y de roturas, relojes descompuestos y este corazón.
Sufro enormemente de locura. Es que el dolor me tiene ciega. No quiero perder la razón ni la dignidad pero la indiferencia vivida me tiene la sangre hecha veneno. Y la muerte no termina de llegar... La espero.