Hablar de 1984 de George Orwell, es hablar de un estado totalitarista y una sociedad enajenada. De cómo el primero moldea y condiciona al segundo.
La vigencia que tiene esta obra no puede ser menos que perturbadora. El planteamiento que expone de un estado totalitario que controla absolutamente todo, bordea los límites de la similitud en contraste con la realidad país que se vive en “ciertos perímetros” de Latinoamérica.
En la sociedad Orwelliana de 1984 (anagrama de 1948, año en que empezó a escribirla, a razón de sus vivencias), la conducta es moldeada tanto por el control y la represión, como por el uso instaurado de un nuevo lenguaje: la Neolengua. El Partido busca fomentar su ideología política (los principios del Socing) eliminando las palabras que amalgamen el criterio individual. El individuo se debe limitar a comportarse tal y como el Partido lo exija. La unidad no existe, sino el todo. Y el todo es lo que convenga al Partido. De esta forma se busca suprimir las emociones que empujen a los ciudadanos a sentir, en una sociedad donde está prohibido el criterio propio. Pensar diferente es un delito (en neolengua: ideadelito.)
En 1984, Big Brother is Watching You! es la consigna (El Gran Hermano te vigila.) Como un estigma, con el cual se debe vivir en Oceanía. Inspirado en características stalinistas que promulgaban el marxismo/leninismo en la Rusia de 1941-1953.
En 1984, el pasado es modificado, interviniendo las noticias, eliminándolas de ser necesario. Las cifras son alteradas y la historia reescrita en el Ministerio de la Verdad, lugar donde trabaja Winston (el protagonista, inspirado en aquel Winston Churchill del Reino Unido, en tiempos de la Segunda Guera Mundial.) Este personaje se debate entre seguir trabajando para un organismo que disfraza y oculta la verdad; o iniciar, uniéndose a la “Hermandad”, una rebelión personal en contra del Insog.
En 1984, existe Enmanuel Goldstein, quien no es más que la figura antogónica de ese Big Brother totalitario y controlador. Es el enemigo de las ideas del Socing. De la estabilidad de Oceanía. Goldstein es inspirado en León Trotski (contraposición de Stalin.)
En 1984, es imposible disentir, ni mucho menos mostrar indicios de conspiración, ya que quien está en contra de los principios del Socing es intervenido, bien sea por métodos de tortura en el Ministerio del Amor, o bajo la simple supresión de la existencia. Si una persona era muy sospechosa de brindarse ajena a los lineamientos del Insog, pues era “evaporada”, y sus registros desaparecían dejando como resultado que nunca existió.
En 1984, hasta los pensamientos eran vigilados. Hablar en sueños durante la vigilia es una característica de nuestra condición humana; pues la Policía del Pensamiento, siempre al asecho de cualquier “irregularidad”, ha colocado Telepantallas en todos lados, incluso en los hogares de cada ciudadano, ¡hasta en los cuartos de baño!, para examinar cualquier conversación, cualquier frase, cualquier palabra, incluso las emitidas por el propio inconsciente mientras duermen. En todos lados hay cámaras y micrófonos que captan lo que todos hacen y dicen.
En 1984, el Ministerio de la Abundancia modifica cifras en cuanto a la asignación de insumos. Controla el abastecimiento de productos que son de carácter básico para la sobrevivencia en Oceanía. La escasez es notoria y evidente, pero el ministerio siempre ha informado que en tiempos anteriores al Partido la situación era mucho peor.
En 1984, la edad juega un papel fundamental. El Ministerio de la Verdad ha modificado el pasado, y los ciudadanos más ancianos son los únicos que han experimentado una realidad distinta a la que les brinda el Gran Hermano. No existe una referencia que no sea el modo de vida que el Partido a implantado a través de su sistema. ¡El Gran Hermano siempre ha existido! Cualquier tiempo antes del Gran Hermano siempre fue peor…
Orwell nos recuerda que históricamente las sociedades no han evolucionado, ya que mantienen el mismo esquema desde épocas muy remotas, es decir, las sociedades siempre se han dividido en tres clases: la alta (que lucha por mantenerse en su posición); la media (que lucha por llegar a convertirse en alta); y la baja (que lucha porque todos tengamos los mismos derechos, anhelando una utópica igualdad colectiva).
En 1984, el Ministerio de la Paz es quien regula las relaciones con los demás superestados (Eurasia y Estasia), moldeando a conveniencia los tratados de “guerras ficticias”. La guerra es la propia lucha por instaurar los ideales del Insog.
En 1984, la calidad de los productos Victoria deja mucho que desear, productos que elabora y suministran fábricas que trabajan para el Partido. No existe la industria privada. El estado es quien produce y distribuye todo.
En 1984, se plantea la abstracción con el culto a un líder totalitario, idealizado, engrandecido; a quien le deben todo en Oceanía. Se pone en práctica la sustracción de la información y la negación del individuo como unidad.
Esta novela es una advertencia Esta historia es una visión de lo que puede ocurrir si se proliferan doctrinas como el socialismo. Doctrinas que la misma historia ha evidenciado como nefastas e insustanciales.
Esta profecía nos plantea la idea de que el individuo puede ser manipulado a tal punto de perder sus propias convicciones, llegando al extremo de extraviarse en sí mismo creyendo incluso que 2+2 es igual a 5 u otras falacias inducidas.
Lo más horrible de la sociedad Orwelliana es precisamente eso, la idea de un ciudadano futuro carente de emociones, autosugestiones y certezas, las cuales, evidentemente, nos diferencian de los animales, que bien son domesticados por un dueño o tal vez hostigados por un arriero, a su conveniencia, a su juicio y a su antojo.
Orwell nos recuerda que nuestra naturaleza es débil; que somos moldeables y modificables bajo la prensa de la tortura. Somos capaces de canjearnos para evitar el dolor. Somos capaces de traicionar nuestras convicciones más íntimas y personales a cambio de la tranquilidad.
Esta novela me ha dejado atónito, impresionado, deprimido, incluso triste; pero, me reconforta saber que identificar nuestras propias debilidades nos puede hacer más fuertes…
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