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La persona y doctrina de san Agustín, siempre de actualidad
28 de agosto. Siglos lleva el calendario litúrgico de la Iglesia católica conmemorando la santidad de Agustín de Hipona, y con la Iglesia toda la familia agustiniana. Un nuevo hecho, la publicación de la encíclica “La luz de la fe” por al Papa Francisco, pone de manifiesto la actualidad del decurso vital y la doctrina de Agustín. Esta página se une a la conmemoración de toda la Iglesia y honra al santo obispo de Hipona con la siguiente exposición.
Hay que evitar creer que san Agustín es un santo que pertenece al pasado y que por lo tanto carece de actualidad. Para muchas personas el pensamiento de san Agustín es un vestigio más de lo que podría llamarse la «arqueología teológica», pero que tiene muy poco que decir al mundo actual, al hombre contemporáneo. El error de esta forma de pensar ha quedado patente hace muy poco cuando el Papa Francisco –un Papa que nadie negará que es actual y que se interesa por los problemas del mundo contemporáneo–, en la encíclica Lumen fidei –La luz de la fe– ilustra su doctrina con textos de las obras de san Agustín, de tal manera que es el autor más citado con mucha diferencia, por encima de otros autores patrísticos e incluso de los considerados como más actuales autores contemporáneos. En este documento magisterial se ofrecen once citas de san Agustín. De san Justino y san Ireneo, padres de la Iglesia, se nos ofrecen solo dos citas de cada uno.
Por ello, de entrada tendríamos que preguntarnos de nuevo, ¿es acaso san Agustín un pensador que carece de actualidad? La respuesta obvia que nos ofrece la encíclica Lumen fidei es que san Agustín es un personaje cuyo pensamiento y cuya vida siguen siendo no solo muy actuales, sino que siguen interpelando al hombre contemporáneo. Son cuatro las razones fundamentales de su actualidad.
- En primer lugar, porque san Agustín, en su particular experiencia de vida, llegó a tocar los abismos más profundos del misterio propio del hombre, sintió y experimentó de una manera muy viva las ansias y los deseos que palpitan en el corazón de todos los seres humanos, independientemente de la época en la que hayan vivido, pues por encima de los avances científicos –del cibermundo y la tecnolatría en la que vivimos–, el ser humano sigue siendo el mismo, y los deseos más profundos de su corazón no son distintos del hombre que vivió hace muchos siglos.
Tanto el hombre que usa una tablet de última generación, como aquel que vivó en el norte de África a principios del siglo V, tienen la misma aspiración a la verdad, al bien, a la felicidad y, por ello, aunque haya muchas cosas que puedan diferenciarlos, los une estrechamente su propia condición irrenunciable de ser humano. Por ello el Papa Francisco apela a san Agustín, particularmente en el número 33 de la encíclica Lumen fidei, apartado que le está reservado exclusivamente al obispo de Hipona, y esto no será precisamente porque sea un personaje que no tenga nada que decir al hombre actual.
En este número de la Lumen fidei se nos presenta la búsqueda agustiniana de la verdad y de la sabiduría por medio, en primer lugar, de las herramientas que le ofrecieron a san Agustín la filosofía platónica y neoplatónica, con lo que pudo superar las limitaciones teóricas que le presentaron los maniqueos. Posteriormente el Papa señala con claridad el influjo definitivo de la revelación cristiana, por medio de la cual san Agustín descubrió que la luz que puede iluminar a todo hombre es Cristo. Se trata de un encuentro que san Agustín tuvo con la Palabra de Dios en el huerto de Milán, donde el obispo de Hipona descubre la palabra viva y eficaz de Dios, que es capaz de iluminar la propia vida y de invitar a la conversión.
Por esto san Agustín tendrá siempre como brújula existencial la Palabra de Dios, dejándose iluminar en su propio corazón por quien es la Luz y la Verdad en persona, Jesucristo, como señala la misma encíclica citando las palabras de san Agustín. Cristo es: La palabra que resplandece dentro del hombre (Lumen Fidei 33; La Trinidad 15, 11, 20). De este modo el Papa propone a todos los creyentes a seguir el proceso de san Agustín, y a tomar entre sus manos y leer las Escrituras (Tolle lege –Toma y lee–: Lumen fidei 33; Confesiones 8, 29), para descubrir la voluntad de Dios por medio de ellas.
- En segundo lugar san Agustín es citado por el Papa para referirse a la dimensión experiencial de la fe. Después del Vaticano II, uno de los elementos que más se reclaman con relación a la fe es la capacidad de los creyentes de testimoniar la propia fe. Pablo VI afirmaba que “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros (...), o si escucha a los maestros es porque son testigos” (EN 41). Por ello el Papa Francisco apela a la autoridad de san Agustín para presentarnos la fe como un encuentro vivo con Cristo, que debe llevar a la persona, en primer lugar, a una conversión y, en segundo término, lo debe transformar en un testigo de aquello que ha tocado con las manos de la fe y ha contemplado con los ojos del corazón. En este caso la encíclica cita el sermón 229L, 2, donde san Agustín hablando en primera instancia de María Magadalena (Evangelio de Juan 20, 11-18), y en segundo lugar de la hemorroísa (Evangelio de Lucas 8, 45-46), invita a tocar a Cristo con el corazón para poder creer: “Tocar con el corazón: he aquí en qué consiste el creer” (Lumen fidei 31; sermón 229, L, 2).
Hoy nadie pondría en tela de juicio la actualidad de esta idea agustiniana. El cristiano hoy –y siempre– está llamado a tocar a Cristo con su propio corazón y dejarse tocar a la vez por Cristo para comenzar un camino nuevo de conversión y de testimonio en su vida.
- En tercer lugar, la encíclica nos presenta la actualidad de san Agustín por ser un hombre que pudo iluminar un mundo en crisis y que se desmoronaba, y presentar el sentido profundo que tiene la vida de todo ser humano.
Hoy vivimos en un contexto mundial muy similar al de san Agustín. Muchas de las grandes instituciones que durante siglos dieron solidez a la sociedad occidental se ven ahora envueltas en una crisis que cuestiona incluso su misma razón de ser. San Agustín vivió en una sociedad que vivía el ocaso de muchas instituciones y de formas de entender la política, la economía y, en conjunto la misma sociedad. No obstante, San Agustín no adoptó una postura pesimista o apocalíptica y, a pesar de haber muerto en una ciudad amenazada por las hordas de los vándalos, no perdió nunca la esperanza, recordando así a todos que las crisis humanas pasan y se suceden unas otras, pero que hay valores que no pasan nunca y que solo Dios puede dar solidez y firmeza al ser humano frente a todo lo que pasa y desaparece.
Para confirmar este pensamiento el Papa cita la frase de las Confesiones: Me estabilizaré y consolidaré en ti […], en tu verdad (Lumen fidei 23; Confesiones 11, 40). Se trata de una llamada a sustentar la propia vida no en lo que pasa y deja al hombre vacío, sino en Dios. Las cosas de la tierra pasan. Dios permanece para siempre; quien pone en él su fe y su confianza, puede superar las dificultades.
- Finalmente, san Agustín no puede dejar de ser actual, pues el Papa lo presenta como aquel que invita a todo hombre y mujer contemporáneos a levantar la mirada más allá de los confines que ha marcado el consumismo, el materialismo y el hedonismo, para saber que la vida de todo ser humano está llamada a llegar a la eternidad, a la ciudad de Dios. El mundo terreno algún día va a terminar y va a pasar con todos sus afanes y vanidades, pero la ciudad de Dios permanecerá siempre estable. Por ello el Papa anima a escuchar a san Agustín con su exhortación a desear y a vivir según la fe cristiana, para poder llegar a la ciudad de Dios donde se colmarán todos los deseos y aspiraciones del corazón del hombre, pues: Allí descansaremos y veremos; veremos y amaremos: amaremos y alabaremos (Lumen fidei 33; La Ciudad de Dios 22, 30, 5).
San Agustín sigue hablando como ha hablado a lo largo de los siglos, y no sólo a los cristianos, sino a todo hombre que se adentra, mediante la lectura de su vasta producción literaria, por los caminos que él trazó y recorrió.
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