Alicia en el país de las maravillas es una historia alucinógena, un fabuloso guiño con matices psicológicos escondidos en el relato de un supuesto cuento infantil. Los personajes que acompañan a Alicia no son más que alegorías e imposturas, exageradas a través del trazo fantástico de Lewis Carrol.
La historia comienza con una Alicia que, impulsiva y deliberadamente, persigue a un Conejo Blanco, el cual le hace caer en un vacío casi interminable… Alicia no domina sus impulsos y le sigue hasta una madriguera que le conlleva a una inminente caída. Es éste el preludio al desconocimiento de un mundo nuevo, sumergido, a su vez, en una surrealista introspección. Comienza la exploración en nuevos escenarios de supuestas maravillas y la búsqueda de una nueva Alicia en sí misma. Alicia es un instinto que efervece. Alicia es reacción; la impulsividad en su sentido más sensato y diáfano…
El mencionado conejo, bien pudiese representar el estricto acatamiento del orden. La obediencia absoluta en relación al cumplimiento de tiempos y sentencias estructuradas en una sociedad previa al Victorianismo circundante de Caroll. Lewis exacerba el inflatius de ciertas actitudes, quizás, aun presentes en su época (en contraste con la apertura cultural imperante) bajo la actitud de este conejo, el cual se presta dócil ante aquellas imposiciones que demandan imperativamente apegarse, por sobre todo, a un sistema, al orden de las cosas y sus leyes. La extremosidad en sus apariciones es más que evidente. La prisa, el estrés, la premura, son factores adjudicables a la figura del conejo quien va siempre apurado, reflejando entre otras cosas ansiedad y paranoia.
En el nonsense de Carroll, Alicia se pasea por su fabuloso inconsciente… Se encuentra con una oruga que se brinda un tanto agresiva y grosera. Reflejo de la intransigencia por parte de algunos adultos en relación a su trato con los niños, quienes incomprendidos derivan en somatización. La oruga le da a Alicia una seta, la cual podrá morder de un lado u otro para agrandar o empequeñecer su tamaño. Así podrá modificarse ante cualquier situación. Así podrá burlar su entorno. La oruga increpa a Alicia preguntándole quién es, pero ella no es capaz de responder con certeza esbozando así una suerte de crisis de identidad. Si algo le acontece a Alicia es el fenómeno abstracto del desconocimiento en su estado más evidente. Ella no sabe quién es, sin embargo, se modifica constantemente tratando de hacerse con su inexplicable entorno. Alicia es ingenuidad. Alicia es búsqueda, Alicia es inercia…
Habría que estudiar a fondo la teoría de Berkeley (también resaltante en Los viajes de Gulliver), pues, el nonsense de Lewis es la percepción de Alicia y todo aquello que le circunda. El mundo empírico de Alicia a través de su percepción directa con ese inmaterialismo (o idealismo) de George Berkeley (1685-1753).
Dice Berkeley:
“Es evidente, para quien haga un examen de los objetos del conocimiento humano, que éstos son las ideas.[…]. Además de esta innumerable variedad de ideas u objetos de conocimiento, existe igualmente algo que las conoce o percibe y ejecuta diversas operaciones con ellas,[…] un ser activo al que llamamos mente, alma, espíritu, yo.[…]
Es ciertamente extraño que haya prevalecido entre los hombres la opinión de que casas, montes, ríos, en una palabra, cualesquiera objetos sensibles, tengan existencia real o natural distinta de la de ser percibidos por el entendimiento[…]. Pues, ¿qué son los objetos mencionados sino las cosas que nosotros percibimos por nuestros sentidos, y qué otra cosa percibimos aparte de nuestras propias ideas o sensaciones? Examinando a fondo esta opinión que combatimos, tal vez hallaremos que su origen es, en definitiva, la doctrina de las ideas abstractas. Pues, ¿puede haber más flagrante abuso de la abstracción que el distinguir entre la existencia de los objetos sensibles y el que sean percibidos, concibiéndolos existentes sin ser percibidos? […]. Todo el conjunto de los cielos y la innumerable muchedumbre de seres que pueblan la tierra, en una palabra, todos los cuerpos que componen la maravillosa estructura del Universo, sólo tienen substancia en una mente; su ser (esse) consiste en que sean percibidos (percipi) o conocidos”.
Así el mundo de Alicia se compone de sus percepciones y figuraciones: no de elementos tangibles. El mundo de Alicia es un enorme sendero de figuraciones auto-infundadas. Figuraciones que reposan en su inconsciente (el nonsense de Lewis).
Si percibe usted en este pequeño estudio un anacronismo, sepa que busco identificar, más que la estructura sucesiva del viaje de Alicia, los escenarios y personajes de la obra de Lewis que llamaron poderosamente mi atención por su contenido psicológico y filosófico…
Respetando las observaciones que señaló en su momento Günter Grass en relación a la simbolización del gato de Cheshire, me atrevo a reseñar que las oportunas apariciones de este gato son una paradójica invitación a la cordura. Recordemos:
-¿Me podrías indicar hacia dónde tengo que ir desde aquí? -pregunta Alicia.
-Eso depende de a dónde quieras llegar -responde el gato.
-A mí no me importa demasiado a dónde.
-En ese caso, da igual hacia dónde vayas.
-Siempre que llegue a alguna parte.
-¡OH! Siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo bastante.
Tal y como reconoce G. Grass, el gato de Cheshire es un cable a tierra. ¡Es la razón dentro de la sinrazón! El gato persuade a Alicia a ir hacia delante, independiente del camino elegido, tratando de ayudarla a encontrar la respuesta en sí misma.
Otra escena muy curiosa es la Merienda de locos, en donde Alicia se encuentra con la liebre, el conejo y el lirón, tomando té. Me pareció bastante curiosa en relación al factor tiempo. Recordemos que el sombrerero y la liebre explican que “el tiempo está enojado con ellos” y por ende el reloj sólo marca las seis (la hora del té). ¿Será un guiño de Lewis para señalar un estancamiento temporal en función del entretenimiento? ¿En función de un tiempo que no transcurre sino “tomando té” una y otra vez…?
Alicia se las arregla escapando de aquello para encontrarse metida luego un juego de criquet, aparentemente sin sentido. La reina de corazones no puede representar mejor la imperatividad monárquica, la intransigencia, el poder y la fuerza de la sentencia arbitraria de una figura que solo grita “¡que le corten la cabeza!”… Alicia, incluso, es llevada a un juicio en otra pantomima de Lewis contra la sociedad y sus irregularidades en lo que a un sistema judicial se refiere. Lo pinta cual juego de naipes, en donde los absurdos se solapan poniendo en duda la capacidad de los jueces y fiscales con la verdadera esencia de la justicia. Interpelada Alicia sigue sin entender en lo absoluto su entorno.
Finalmente, Alicia despierta, ¡pues todo ha sido un gran sueño! Me parece una coincidencia que el final concuerde con el de la obra de L. Fran Baum, El maravilloso mago de Oz (escrita treinta y cinco años luego la publicación de Alicia), ya que en dicha obra, todo aquello acontecido a Dorothy Gale también había sido un largo sueño. ¿Habrá sido falta de originalidad por parte de Baum; o simplemente quiso reafirmar ex profeso el mensaje del autor de Alicia?
¿El final de Carroll sugiere entonces una invitación a despertar? No sé si sea correcto verlo de esa manera pero se me hace muy prudente cuestionármelo.
Lewis vio un mundo dormido lleno de reacciones inconscientes; estático en la valoración real del tiempo, complementado de absurdos; identificó ciertos antropomorfismos a razón de una evidente deshumanización, reduciendo precisamente a un sueño esa abigarrada humanidad deshumanizada… una Alicia que es pura inseguridad, desconocimiento, e ingenuidad. Alicia aun no sabe quién es, Alicia aun no sabe a dónde ir…
¡Bravo Carroll!