"No hay nada más triste que recordar los tiempos felices en las peores dificultades"
El solo hecho de no poder decidir entre contar la historia en primera o en tercera persona, era una de las miles de distracciones diarias que utilizaba para protegerse de la dramática realidad. Dos meses que su periodo menstrual no bajaba, seis kilos adelgazados como consecuencia del estrés y el hambre, pesadillas cada noche, la incertidumbre absoluta, pero la voluntad entera. Marcelina, como le toco llamarse por el día en que nació, se preguntaba si valió la pena dejarlo todo, hasta la comida por tan sólo migajas de tranquilidad. -No hay como la tranquilidad- le decían muchos de sus conocidos como método de consolación al recordar a los amigos que se fueron con una mano alante y otra atrás a los países cercanos, en búsqueda de tranquilidad y oportunidades.