En la vida recibimos lo que damos, y cultivamos lo que sembramos, cuando hablamos el eco nos devuelve las palabras y sus efectos, el accionar de la vida se nos convierte en el reflejo de uno mismo. La ciencia ha demostrado la existencia en nuestro interior de neuronas espejos que nos inducen a sonreír ante una sonrisa o a expresar lágrimas ante el dolor ajeno, el boomerang de la intención nos devuelve lo lanzado.
Por eso no hagamos lo que no nos gusta que nos hagan, antes de juzgar pongámonos en los zapatos del otro, porque como dice la Biblia, con la vara que midas serás medido, sonriamos a las personas y ellas nos harán sonreír, demos un abrazo y recibiremos vida de los brazos del otro, y no nos olvidemos nunca de Bendecir, pues al hacerlo nos hacemos heredero de Bendiciones.
Duele hacer una auditoría de vida y terminar con los saldos en rojo; el querer mirar el horizonte y ver neblina espesa; melancolía, expresarte sin obtener respuesta, y el silencio cruel canto que llega a tus oídos; y el alma se expresa, rinde homenaje el ojo a la lágrima que huye apresurada, aplaude al parpadear como quien ríe al llorar y la mira alejarse por la intensa pendiente que traza la mejilla, para rodear los labios sin volver hacia atrás, llevándose el dolor, secuestrando la pena y miras a los lados y no encuentras salida.
Porque allí no es donde debes mirar; porque aun en los más intrincados laberintos se puede ver el cielo y encontrar la salida, y las manos del padre podrás ver extendidas. Y cambiará tu ánimo como dice el Salmista; “Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.