LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA - HISTORIA

in apoyolatino •  6 years ago 

La Provincia de Carcas o de Venezuela, así como las otras que en 1777 formaron la Provincia de Venezuela, primera que se independizó de España, había sido uno de los territorios más pobres de la América Española, tal como la de Buenos Aires. Sin embargo, y quizás por pobres, fueron los grandes polos de la Independencia. El territorio de lo que es Venezuela no tuvo civilizaciones precolombinas de ninguna importancia sus indígenas eran primitivos como pocos.

Desde la llegada de los españoles fue muy poco lo que progresó. Su agricultura era pobre y su cría precaria. Y en materia de cultura prácticamente no había nada. Pero poco antes de la Independencia hubo un período floreciente, que mueve a pensar que no fue la pobreza lo que la motivó a buscar la emancipación. Al principio, sus manifestaciones culturales no eran precisamente las más importantes.

En las Actas del Cabildo de Caracas se anunciaban “comedias, toros y cañas y diablitos danzantes, en los días de Corpus, Santiago, San Mauricio y San Sebastián” (Salas, Carlos, “Historia del Teatro en Caracas”, Concejo Municipal del Distrito Federal, Caracas, Venezuela, Segunda edición Corregida, 1974, p. 9). En tiempos del gobernador Felipe Ricardos se representaron obras de teatro en un escenario montado en el Norte de la Plaza Mayor. Se sabe también que a fines del siglo XVII Caracas tenía nada menos que una buena orquesta filarmónica y “algunos grupos de aficionados al arte de hacer comedias que se atrevían a montar obras de Encina, Lope de Vega, Lope de Rueda, Calderón de la Barca y Ramón de la Cruz” (Ibídem). Quizá uno de los hechos más impresionantes es el que en 1784 el gobernador Manuel González Torres de Navarra haya construido un teatro para la ciudad.

Dice al respecto Luis Alberto Sucre: “El Gobernador Don Manuel González, que era de carácter alegre y sociable, muy amante de las diversiones cultas, instruido, inteligente y apasionado por el teatro, quiso dotar a Caracas de un Coliseo que correspondiera al grado de cultura que ella había alcanzado, y no pudiendo disponer de fondos públicos suficientes para llenar lo que él creía una necesidad, lo construyó a sus expensas; y como homenaje de simpatía lo ofreció de regalo a la ciudad” (Sucre, Luis Alberto, “Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela”, Segunda Edición (reimpresión), Cuatricentenario de Caracas, Caracas, Venezuela, 1964, p. 294). En 1800, diez años antes de tormenta, Humboldt asistió a estupendas manifestaciones culturales en Caracas y aprovechó la oportunidad para estudiar el cielo, puesto que el teatro era descubierto.

Humboldt también quedó muy impresionado con la población caraqueña que vio y oyó en su visita de dos meses a la ciudad al pie de la montaña cinética. Sus comentarios nos permiten ver que ya en aquellos tiempos los habitantes de Caracas tenían características culturales importantes, así como el mismo interés por la política que han demostrado en el siglo XXI, cuando han hecho cosas que dejan sin aliento al mundo, en defensa de las libertades por las que tanto lucharon poco después de la visita de Humboldt (Humboldt, Alejandro de, “Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente”. traducción de Lisandro Alvarado, segunda edición, Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, Caracas, Venezuela, 1956).

Le llamó poderosamente la atención el interés de los caraqueños por la política, que no implicaba dejar de participar en todo lo que implica la cultura. “Me ha parecido –afirma– que hay una marcada tendencia al estudio de las ciencias en México y en Santa Fe de Bogotá; mayor gusto por las letras y cuanto pueda lisonjear una imaginación ardiente y móvil en Quito y en Lima: Más luces sobre las relaciones políticas de las naciones y de las metrópolis, en La Habana y en Caracas.

Las múltiples comunicaciones con la Europa comercial y el Mar de las Antillas que arriba hemos descrito como un Mediterráneo de muchas bocas, han influido poderosamente en el progreso de la sociedad en la isla de Cuba y en las hermosas provincias de Venezuela. Además, en ninguna parte de la América española ha tomado la civilización una fisonomía más europea. El gran número de indios labradores que habitan en México y en el interior de la Nueva Granada dan a esos vastos países un carácter particular, casi diría más exótico.

A pesar del acrecentamiento de la población negra, cree uno estar en La Habana y en Caracas más cerca de Cádiz y de los Estados Unidos que en otra parte alguna del Nuevo Mundo” (Humboldt, Alejandro de, Op. Cit., Tomo II, p. 261). Y un poco más adelante dice: “Noté en varias familias de Caracas gusto por la instrucción, conocimiento de las obras maestras de la literatura francesa e italiana, una decidida predilección de la música que se cultiva con éxito y sirve –como siempre hace el cultivo de las bellas artes– para aproximar a las diferentes clases de la sociedad” (Ibídem, p. 264).

En ese terreno es impresionante lo que afirma Salas: que “en 1808, año de la Conspiración de los Mantuanos, mientras se preparaba en toda su intensidad el drama que estaba por venir, el público de Caracas pudo ver representadas en su ciudad, con una orquesta en la que tocaban, entre otros, Cayetano Carreño, Lino Gallardo, Bernabé Montero, Juan José Landaeta, Juan Meserón, Narciso Lauro, Juan José Caro de Boesi y José Ángel Lamas, “algunos fragmentos de ‘Pizarre, ou la conquette de Perou’, del compositor francés Joseph Candeille, estrenada en París en 1751, y algo de ‘La flauta encantada’ y del ‘Don Juan de Mozart’, entre otros” (Salas, Carlos, Op. Cit., p. 13). Es pues, evidente, que inmediatamente antes de la tormenta hubo una calma llena de luz y de brillo.

Eduardo Casanova Sucre



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