Dejo lo físico atribulado por la angustia del día a día y la no satisfacción aunque en ello persevero, vuelo libre a la imaginación hasta un punto más alto, y desde allí observo, calles desiertas y poca luz, un sonido conocido, luces de monitores, sondas, inmensas sondas, y ella acostada en la entrada de América, busco familiares, no logro ubicarlos, muy cerca revolotean zamuros alrededor de un botín con nombre libertario que antes llamaban fuerte y marchando en procesión zombies sin alma, con rostros inexpresivos, aplaudiendo a la nada.
Vuelvo a la sala, el trazo arrítmico de un corazón que sufre adorna la estancia y su luz revela lágrimas de sus ojos cerrados, busco familiares y aun no aparecen, tal vez sean dolientes esperando su muerte, recuerdo que soy médico pero no es mi estado, no puedo intervenir desde este sitio, debo volver a ser real y buscar familiares, quien está en la cama entre luces, cables y sonidos tristes necesita donantes, transfundirle conciencia y amor de pertenencia y que sea compatible, porque más que cables y sondas de terapia, parecen cadenas que roban libertades, y el amor es la llave.
No puedo regresar a mi estancia real sin conocer el nombre del paciente en la cama, miro a la puerta y leo un cartel
“Venezuela no molestar prohibida las visitas. PSUV”..