Yo buscaba agua.
Tarea de vida o muerte.
En mis tejidos no se desplazaba sangre.
Ardía una sed humana.
Una desesperación de salvarme
un instinto de no morir seco
me llevaba a las puertas de las casas.
Pedir agua para mí era casi llanto y casi angustia.
He visto mucha gente contaminada de sed.
Para mí es de terror.
Llegué a una casa donde nadie abría.
El sol me dio una sombra.
Toqué sin miedo.
Toqué como para que alguien oyera a mi vida.
Una mano de mujer apareció lenta.
Cubrió el espacio de la cerradura.
-Agua- fue mi única palabra.
Se volvió tras la puerta.
Tomó su tiempo.
Adentro se produjo un sonido de envases.
Mi garganta estaba en cero.
Créanme
No sabía cómo salvarme.
Era una deshidratación ambulante
Un bicho social como con peste.
Vi aparecer de nuevo la mano de la mujer.
Trajo agua muy bien tratada.
Bebí en delgado cristal que tintineó una música infantil.
Más que elemental líquido
vi en aquel vidrio tallado tan perfecto
el dibujo real de esa sonrisa que es la madre de la amistad.
Devolví el vaso.
Disfruté de la sombra.
Ella me cedió unas nueve palabras.
No dejamos la amistad para después.
Una mujer me salvó de la sed más terrible que se conozca
deambular sin nadie bajo el sol de la sociedad.
Buscaba agua.