¡La puntualidad habla por ti!

Me puse nervioso cuando la vi; ella percibió mi nerviosismo por su presencia. Llegué buscando a Noelia Duarte, la persona que llevaba las cuentas de los negocios de mis padres. Estaban dos mujeres ultimando algunos detalles, esperé para que me prestaran atención. Y preciso la que abandonó el lugar era una vendedora ocasional. Me presenté tímidamente y ella extendió su mano, y con su bella sonrisa dijo: ¡joven soy Noelia, no tengas temor de mí, no soy bruja ni hechicera!

Eran los años 80°s cuando aprendí el valor de lo simple y de la atención enfocada. Me entregó los documentos que debía llevar a un banco. Agradecí y me despedí; sin embargo, al estar llegando a la puerta, noté que ella no me quitaba la miraba. Me detuve, giré sacando valor de lo más profundo de mi ser, -le dije: - ¿qué esperanzas hay que aceptes ir a tomar un helado o un café? -todas, contestó sin retirar su profunda mirada-

Sólo puedo domingo en la tarde, -añadió- Acordamos que llegará a su casa, una hora antes del cine, para conversar con su mami, y pedirle permiso. - Sé puntual, fueron sus últimas palabras- Salí entre las nubes aquella mañana de viernes. Le pedí a Rubén prestado su reloj, yo no había tenido esa prenda; le expliqué que debía llegar puntual, a la cita dominical. Rubén omitió que al reloj había que darle cuerda. Aquel domingo cuando anunciaron la hora en la radio, sólo tenía 10 minutos para cumplir.

Llegué 20 minutos tarde, con la excusa que el reloj estaba mal con la hora, la joven estaba sería y más la mamá; miró aquel reloj y dijo: -cada 24 horas hay que darle cuerda, para que funcione- Observe un bello reloj de mesa en la sala; y para romper el silencio, dije: -qué hermoso reloj- ¿cuánto cuesta? -No tiene precio, es una reliquia familiar- contestó la señora; joven por favor retírese, perdiste tu oportunidad, Noelia no va a salir con quién no sabe cumplir a tiempo.