-Eduardo Lizalde-
Cuenta un fabula popular, en cierta selva, que un imponente tigre se paseaba por sus territorios; una zorra que estaba enseñando a sus cachorros a cazar y a cuidarse, se dio cuenta de la presencia del felino.
Y de prisa se ocultó en un matorral. El inmenso tigre cogió impulso para saltar en una pequeña laguna; pero el impulso no le alcanzó para llegar a la otra orilla; el felino inició a luchar para salir de la laguna, pero no lo lograba, resultó que era tierra movediza y el enorme animal no lograba hacer piso, para ayudarse a salir; la zorra les dijo a los cachorros que observaran atentamente la aparatosa situación del tigre.
Inmóvil la zorra con sus críos, veía como el tigre se batía por su vida, pero cada vez se hundía más y más. De repente apareció por allí una hermosa y grande llama, el tigre le rugió y con fuerte voz le digo que le ayudará; la llama dudo en ayudarle, pero al observar el estado de muerte del tigre, decidió ayudarlo; busco una rama fuerte de un árbol y se la acerco al felino; logró ponerla en la boca del tigre y tiró con todas sus fuerzas…
...Luego de varios intentos logró ayudarlo a salir del pantano movedizo. A los minutos que el tigre recobró el aliento, se lanzó verbalmente a la pobre ayudadora y le increpó diciéndole:
¿Por qué tardaste tanto en ayudarme? Inútil, casi y me dejas morir, tristemente, y le dio un zarpazo tan fuerte y violento que la pobre llama cayó muerta.
La zorra al observar el cruel espectáculo, les dijo a sus crías: -aprendan la lección de porque yo no quise ayudarle a ese degenerado y cruel tigre-
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Ya lo dijo el pensador, escritor y consejero de la antigua Roma, Publio Siro: “Cuando de un hombre habéis dicho que es un ingrato, habéis dicho todo lo peor que podéis decir de él”
Los grandes maestros siempre se han apalancado de la fabulas para enseñar principios básicos de la convivencia humana. Pero en la práctica ¿en qué circunstancia un ser humano puede caer en la ingratitud?
La sabiduría judía enseña que la manera de evadir una responsabilidad de gratitud, es con el olvido y la indiferencia. Algunos hijos abandonan a sus padres, porque se avergüenzan de ellos, y no quieren compartir sus logros y riquezas. También en la amistad suele suceder, el egocentrismo invade estos corazones que ignoran el principio de compartir, pero sobre todo con aquellos que alguna vez los sustentaron en momentos de debilidad.
Se es más feliz compartiendo; pues las leyes de Dios Eterno y de la vida multiplican hasta el 30%, 70% y 100%, a quienes se desprenden de una parte de su cosecha. La gratitud consiste en recordar algún punto de apoyo, por pequeño que sea.
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