En aquella época no pudo haberle ocurrido un hecho más afortunado a Beethoven: Christian Gottlob Neefe, compositor, organista, escritor y poeta originario de Leipzig, se hizo cargo de su enseñanza musical.
Neefe era un hombre culto y refinado, con un carácter suave y bondadoso, que, a diferencia de Johann, su padre, supo encauzar con buenas maneras las extraordinarias aptitudes que vio en Beethoven.
Gracias a él, Beethoven pudo conocer una gran cantidad de literatura musical, sobre todo de compositores alemanes como Johann Sebastian Bach y Carl Philipp Emanuel Bach.
En un informe sobre la música y los músicos de Bonn, Neefe escribió: “Louis van Beethoven, hijo del mencionado tenor, es un muchacho de once años de talento más que prometedor. Toca el clavier con mucha destreza y gran dominio, lee muy bien a primera vista, y […] toca con maestría El clave bien temperado de Sebastian Bach […]. Este joven genio está llamado a ser un segundo Wolfgang Amadeus Mozart, siempre que continúe como ha comenzado”.
Bajo la tutela del que a la postre se convertiría en su mentor más importante, Beethoven publicó su primera obra propiamente dicha: las Variaciones Dressler, compuestas en la tonalidad de do menor a partir de una marcha fúnebre de Ernst Christoph Dressler.