En la vida nos enfrentamos diariamente a la toma de decisiones que, en mayor o menor medida, para bien o para mal, afectan a nuestra vida inmediata y futura. Por supuesto todos sabemos que unas veces acertamos y otras nos equivocamos, en el momento de tomar una decisión ante cualquier imprevisto, echamos mano de nuestro conocimiento, y en base a nuestras experiencias decidimos.
Saber si nuestra decisión fue acertada o errónea, es algo que podemos evaluar en función a los resultados, pero, incluso si los resultados son buenos, los jugamos también basándonos en nuestra experiencia, seguro que si le preguntamos a un amigo o conocido, tendrá una opinión distinta en cuanto a cómo hubiera actuado él y en la valoración de los resultados, por muy buenos que a nosotros nos puedan parecer, siempre hay otras opiniones distintas basadas en las experiencias de esos amigos o conocidos.
Vemos que, incluso estando convencidos de nuestra buena decisión, otros piensan distinto, eso nos hace pensar que si en lugar de decidir una cosa, hubiéramos decidido otra, quizá los resultados hubieran sido mejores todavía.
¿Qué hubiera pasado si la suma de esos conocimientos los hubiésemos tenido antes de tomar la decisión? No lo sabremos, no los teníamos, sólo contábamos con nuestro conocimiento y experiencia.
Cuando por el contrario los resultados obtenidos son malos o muy malos, en seguida nos damos cuenta de que hemos tomado la decisión equivocada, somo capaces como seres humanos inteligentes de darnos cuenta, pero…
¿Por qué no somos capaces de reconocer nuestro error sin avergonzarnos?
Si somos sinceros con nosotros mismos, ahora que no nos ve nadie, podemos reconocer internamente que algo de vergüenza sentimos cuando nos equivocamos, no pasa nada, es humano, sobre todo, si este error influye directa o indirectamente en otras personas, o simplemente es un resultado expuesto al público o a nuestro círculo de amistades, o a las personas con las que trabajamos a diario.
Voy a poner un ejemplo que todos hemos oído o vivido alguna vez, nos situamos hace unos años, no muchos, simplemente retrocedemos en el timepo hasta la fecha donde no teníamos navegadores, GPS, smartphone etc. Donde varios amigos planean un viaje de fin de semana, con varios coches, saben a dónde van, pero no conocen el camino, van un poco a la aventura, eso es lo bonito del viaje en sí, la aventura, uno de los coches siempre va delante, marcando el camino al resto, los que van detrás no se fijan ni por donde van, confían en el que va delante, pero cuando se pierden o cogen el camino equivocado, la persona que conducía en cabeza, puede sufrir las quejas o burlas del resto del amigos, aunque sólo sea en forma de broma, esto nos hace sentir vergüenza interna.
Algo tan sencillo como el ejemplo anterior podríamos haberlo evitado de varias formas, planeando el viaje con antelación mediante planos y apuntes, preguntando a la gente que nos encontramos en el camino, o hablando con los amigos y discutir la ruta antes de salir. El no hacerlo, el no evitar el problema antes de tenerlo, nos lleva a varias situaciones que pueden cambiar nuestro estupendo fin de semana por una mala experiencia, quejas de quien nos sigue, discusiones con nuestro copiloto y situaciones similares.
¿Realmente crees que es necesario pasar por esto simplemente porque nos avergüence preguntar? Lo vergonzoso no es preguntar, lo vergonzoso es no hacerlo, sabiendo que necesitamos de otros conocimientos que no tenemos y que obviamos, reconocerlo nos hace mejor persona, mejor persona para nosotros mismos y para los que nos rodean. No debemos sentir vergüenza al equivocarnos, lo vergonzoso en empeñarnos en equivocarnos y no poner remedio. Eso dista mucho de lo que entendemos por aprendizaje error, o más conocido como prueba error.
Por suerte para nosotros, la situación concreta del ejemplo expuesto anteriormente, cada día es menos frecuente, lo hemos solucionado gracias a que los smartphones, nos guían mediante Google Maps u otros sistemas de navegación, o porque nuestro coche dispone de navegador GPS, ya no necesitamos planos, ni preguntar por la calle, y aún así, se ha minimizado el posible error de camino y ruta. Esto ha sido posible gracias a una herramienta tecnológica que nos ha provisto de ese conocimiento y que nosotros a al mismo tiempo, alimentamos con el nuestro y nuestra experiencia, es algo recíproco, tú alimentas la herramienta con tu conocimiento y vivencia que queda registrada en la herramienta, y esta nutre al conjunto de usuarios con la suma de todas las experiencias y conocimientos del conjunto. Genial ¿verdad?
Sí, lo anterior te parece genial deberías visualizar este sistema aplicado a otro tipo de problemas, problemas que también tienen solución desde distintos puntos de vista, y donde Connecty puede sernos muy útil, esta herramienta tecnológica es capaz de hacer lo mismo que los navegadores GPS, pero aplicado a cualquier problema cotidiano, sea personal o empresarial.
Cuando el problema es personal, los resultados obtenidos de nuestra decisión se limitarán a nuestro entorno personal, pero cuando las decisiones son empresariales, si resultan negativas, pueden afectar a nuestro negocio, con ello a nuestra economía y posteriormente a nuestra forma de vida, como ves, sea como sea, siempre tendrá una repercusión personal además de empresarial, es algo que no se puede desligar lo mires por donde lo mires, porque hemos tomado una decisión e inevitablemente conlleva unas consecuencias.
Connecty es la herramienta tecnológica que nos puede proveer de los conocimientos que no tenemos, dándonos la opción adecuada a la hora de tomar una decisión, que no te de vergüenza sumar conocimientos, apuesta por esta herramienta como apostaste en su día por el navegador GPS o por el smartphone.
Nuestra fuerza radica en nuestro raciocinio y conocimiento, un ejemplo de ello es el bulo o mal entendido que hay sobre la paradoja de que, si todos los humanos saltamos a la vez, podemos mover la tierra, aunque esto es cierto, el resultado es insignificante y, además, a la postre, incorrecto, ya que la tierra solo se movería una centésima parte del grosor de un átomo de hidrógeno, es decir, nada, y, además, volvería a su posición anterior inmediatamente. Esto nos demuestra que nuestra fuerza aplicada a un objeto de mayor fuerza, sirve de poco o de nada.
Pero no ocurre igual con el conocimiento, este sí lo podemos sumar, y esta suma puede vencer cualquier obstáculo que requiera de conocimientos.
Para finalizar este artículo, quiero decir que este no es un pensamiento cerrado, puedes sumar tus experiencias y compartirlas en Connecty, al mismo tiempo que te nutres de más conocimientos, eso nos hace mejores.
¿A qué esperas para contactar y resolver tus dudas? Informate y verás lo cercanos que somos, porque somos como tú, emprendedores que no quieren limitaciones de ningún tipo.
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