Cualquier concierto genera una expectativa enorme, pero ver a Bjork en The Shed, el nuevo centro cultural de New York, rodeada de un grupo de destacados artistas en diferentes disciplinas aumentaba el suspenso de lo que podía suceder en el escenario.
Se me repetía en el cerebro la broma de que solo saldría en medio de un paisaje bucólico y se acostaría para que la viéramos dormir por 100 minutos y seguro se proyectarían en una pantalla lo que serían sus sueños que luego saltarían de la pantalla como hologramas y caminarían entre el público: reptiles venusinos, orquídeas marcianas, hormigas plutonianas, aves de los confines de la vía láctea… todos salidos de su mundo natural, inspirados en Islandia pero vueltos realidad por la tecnología.
Sin embargo, aún estamos en el siglo XXI y Bjork sale al escenario y canta y nos deja escuchar su maravillosa voz. Ella va vestida de Balmain, una de las casas consagradas del diseño de moda francés desde 1945 y maquillada por Isshehungry, quien ya se había ganado mi atención por su creatividad en la que une el mundo natural de las flores y piedras más trazos geométricos que dan como resultado un maquillaje de ciencia ficción de un planeta aún no imaginado.
En la antesala, cantan 50 miembros del coro The Hamrahlid, que ha sido representativo de la nación que vio nacer a la artista. Un coro de formación de estudiantes de primera categoría en esta disciplina desde 1967 que, aunque se dedican a la educación, sus estudiantes han estado en performances de la más alta calidad como este de Bjork y otros de música clásica u otros artistas como John Cage, Arvo Part o Vagn Holmboe. Después de interpretar tres temas en Cornucopia, ellos caminan entre el público de las primeras filas de la A a la T aproximadamente y puedes apreciar su vestuario, sus voces, su belleza: van vestidos de blanco total también por Balmain como en un cuento en el bosque con ropa fluida que hace más etéreo su canto.

The Hamrahlid Choir.jpg – Wikimedia Commons
Cuando Bjork aparece con su primer tema: Blissing Me, todo el escenario cambia y sobre una inmensa cortina de piezas que parecen hilos se proyectan imágenes al estilo de Tobias Gremmler quien ya nos tenía bastante sorprendidos con sus diseños en movimiento que dejan rastros y van de una forma a otra transformándose, de un color a otro transformándose… además mientras Bjork estrena Cornucopia en New York se lanza el video de Tabula Rasa con la firma de Gremmler:
El escenario son tres, cuatro, cinco conchas de nacar vueltas al revés… especies de conchas de ostras en las que Bjork y sus acompañantes son las perlas. Escenarios separados pero ella pasa de uno a otro con facilidad a pesar de sus altos tacones blancos. Al lado de las conchas hay una especie de huevo donde Bjork va y viene aunque sigue cantando, pero su voz se escucha de otra forma, como dentro de un espacio. Todo milimétricamente sincronizado y produciendo unos efectos de sonido que solo una artista como ella podría imaginar.

A los efectos se suman instrumentos nuevos como los dos cornos inmensos de 8 metros que caen del cielo solo para una canción y digamos que ponen mucho mucho suspenso: por lo menos dos minutos, antes de iniciar, se escucha una máquina pesada correr, hay una luz rara sobre el escenario y del cielo caen luces de colores (que ya no sé si alucine o era el efecto del polvo, la luz y la llegada de los nuevos instrumentos). Aquí sentí la llegada de la nave nodriza, pero tampoco llegó, solo Bjork canta Body Memory.

Entre los instrumentos se destaca esta flauta circular que nos recuerda el ula-ula que tocan cuatro de sus mejores flautistas mujeres vestidas de Balmain, por supuesto, en trajes de organza con colores iridiscentes: violetas, fucsias, azules…

Esta es la cámara huevo que señalé en un párrafo anterior. Se trata de una cámara de reverberación en la que Bjork entra y sale cuando lo necesita para producir ese efecto de sonido que soñó.
Esto es solo un poco de lo que sucedió en el escenario en Cornucopia de Bjork en The Shed que también tiene su historia mágica puesto que es el nuevo centro cultural de la ciudad de New York, destacado también por ser una obra arquitectónica sin igual, ya que se trata de una especie de gusano que se encoge o se alarga según las necesidades de escenario. El director artístico, Alex Poots, cuenta en el programa de mano que tuvo la fortuna de reconectarse con la artista hace dos años mientras ella completaba Utopía y ahí le propuso lo que sería esta obra con las últimas tendencias de la puesta en escena, el diseño, la moda, el sonido…
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