Blockchain fue aplicado por primera vez en enero de 2009 como parte esencial del funcionamiento de Bitcoin, la primera y más famosa criptomoneda. Sus funcionalidades abrieron un vasto conjunto de posibilidades para optimizar cualquier actividad. ¿Podrá Blockchain facilitar también la tan ansiada gestión del copyright?
Advierto que este artículo apenas pretende explicar a personas neófitas o incluso legas en criptoeconomía qué es y cómo podría ayudar Blockchain en la gestión del copyright. Por tanto, doy por sentado que se asumen algunas imprecisiones e incluso terminologías. Insisto en el objetivo: anunciar que existen múltiples iniciativas para la gestión del copyright en un mundo cada vez más digital.
Las tecnologías de la información e internet afectaron (y lo siguen haciendo) a la mayoría de sectores económicos. Somos testigos de una gigantesca disrupción respecto al mundo analógico tradiconal. Presagiaron un mundo digital y lo cierto es que nos encontramos en ese mundo en que todo es digitalizable o está a camino de serlo.
Ante aquel escenario incipiente, ¿cómo no sentirse tentados a posicionarse lo antes posible? La promesa era la descentralización y eliminación de intermediarios: cualquiera podría escribir y ser leído o hacer fotografías sinfín e incluso retocalarlas, ofreciendo todo a nivel planetario y ¡sin salir de casa!, muy tentador. Y lo mismo es valido con cualquier otra oferta cultural como la música o el cine.
¿Qué ha pasado?
Con internet la centralización es aún mayor que antes y los nuevos intermediarios mucho más ricos. Casi todo pasa por los gigantes Google (YouTube, Maps…), Facebook (Instagram y Whatsapp son también de su propiedad), Microsoft y Apple. Trabajamos gratuitamente para estos magnates a cambio de búsquedas, correos electrónicos, publicación accesible de trabajos, sistemas operativos cerrados con acceso a nuestros datos, servicios en la nube (Dropbox)… y todo gratis (o casi pues el coste suele ser nuestra privacidad).
¡Pero aún hay más! La oferta cultural se adentró en internet sin antes resolver uno de los mayores problemas: los bienes digitales son copiables con un par de clics. La industria cultural parecía obviarlo y, peor aún (a mi humilde entender), se han dedicado a perseguir a sus clientes, es decir, a “todo el mundo”, pleiteando ante el avance de tecnologías P2P o el copiado de sus obras en vez de invertir en I+D para lograr una justa remuneración y a la vez solucionar el problema de que todo es “infinitamente” copiable (también conocido como doble gasto).
Sin embargo, resulta curioso que fuera del ámbito cultural surgiera el Software Libre para luchar contra sistemas operativos cerrados y a su vez alertando sobre esos servicios gratuitos que minan además nuestra privacidad. Las licencias Creative Commons abren algunas mentes facilitando la apertura de obras “con algunos derechos reservados” como alternativa al copyright restrictivo de “todos los derechos reservados”. Y más curioso resulta añadir que, también fuera del ámbito cultural, un anónimo haya logrado solucionar el problema del doble gasto (todo no tiene por qué ser copiable ilimitadamente) gracias precisamente al Software Libre, redes P2P y el uso de criptografía. Así se propuso el Bitcoin en el 2008, naciendo en la práctica tres meses después con la aplicación de la primera Blockchain.
Blockchain funciona como un Libro Mayor contable (ledger) donde las transacciones se graban en un registro público compartido en bases de datos distribuidas inmutables que se sellan progresivamente mediante mecanismos criptográficos. Así, se ha logrado trasladar al mundo digital lo que sucede en el físico: si compro un bien por X cantidad monetaria, dejo de tener esa X cantidad monetaria pues se la he entregado a la parte vendedora. Logrado esto, las posibilidades que se abren van mucho más allá del propio Bitcoin o las criptomonedas porque puede afectar a todos los sectores, incluido el cultural.
Ya lo decía el inventor Richard Buckminster (Bucky) Fuller: “No intentes cambiar un sistema, construye uno nuevo que haga que el anterior se vuelva obsoleto”.
Una cuestión directa: ahora que se abren vías para la remuneración de las obras culturales digitales, ¿serán capaces los autores de unirse huyendo de los conglomerados actuales -Google, Facebook y compañía- o seguirán atados por inercia a sus órbitas?
Finalizo con una lista de ejemplos y enlaces con referencia a estos asuntos:
- Publish Anywhere, Monetize with Synereo: Synereo offers blockchain-enabled Attention Economy solutions, allowing direct and platform agnostic monetization of original content posted anywhere on the net.
- Red social Steemit. Artículo: Steemit, el Reddit con criptomoneda propia que paga por publicar
- La cantante británica Imogen Heap viene impulsando el uso del Blockchain para poner el poder en manos de los músicos. En 2016 lanzó su canción “Tiny Human” en la plataforma Ujo Music, como una prueba de concepto. La canción lleva un esquema de regalías escrito en su contrato inteligente (Smart Contract). Ese contrato describe la distribución de esas regalías: todos los músicos reciben una porción de los ingresos y su smart contract garantiza que cada artista reciba la cantidad correcta. Los músicos pueden saber exactamente cuántas veces se escuchó su música y cuánto dinero generó.
- Is Bitcoin the Next Big Thing in the Fight Against Piracy?
- Binded: Perfect for photographers!
- Música y Blockchain
- Spanish Adaptation Of Blockchain Technology
- TATATU: Enjoy movies, music videos and more for free. Plus get rewarded
Este artículo ha sido publicado también en mi blog.
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