Alicia soñaba.
Un sueño acerca del planeta que una vez llamó hogar.
“¿Sabes lo que se siente al contemplar el fin del mundo? ¿Quieres que te lo muestre?”
Esas fueron las últimas palabras que pronunció. Lo último que dijo antes de que la Tierra colapsase, desapareciendo de su lugar en el universo. Alicia tenía este sueño muchas veces, pero en esta ocasión había algo extraño. Normalmente el sueño terminaba con la destrucción de la Tierra, con ella y otros nómadas escapando a mundos distantes, mientras las memorias del planeta se dispersaban en todas direcciones, fraguando lentamente en piedras mágicas. Pero en esta ocasión, el sueño proseguía. Mientras observaba su mundo agonizante, Alicia sintió dos grandes impulsos enfrentados dentro de ella. Uno era un deseo de luz y esperanza, de restaurar la Tierra y así poder volver a ver a sus amigos de nuevos. El otro era un pesado deseo de rabia, de vengarse de aquel que tan despiadadamente le había arrebatado todo lo que amaba. Al principio, ambos impulsos eran iguales, pero en poco tiempo el odio y las ganas de matar a quien le había causado tanto dolor amenazaron con consumirla. Alicia se estremeció mientras sentía que su sombra interior se preparaba para engullirla por completo. Sin embargo, Alicia tenía la esperanza de que aún había posibilidades de salvar su mundo, rechazando así el odio. Cuando la luz y la sombra se separan, ¿qué tipo de ser nacerá de tal suceso?
“Despierta, ¡despierta!”
Desde fuera del reino de los sueños y los recuerdos, una suave vocecilla llamaba a Alicia. Cuando la nómada recuperó el sentido, sintió la fría e inequívoca sensación del agua empapando sus ropas. Debía haber aterrizado en un lago cercano, ya que sus piernas todavía flotaban en la superficie de las aguas cristalinas, encallando mientras dormía. Notó que estaba agarrando algo con su mano derecha, y echó un vistazo para descubrir lo que la había llevado allí: Excálibur, la espada que Faria había confiado a Alicia.
“Despierta, ¡despierta!”
“Faria…”
La joven notó como se le encogía el corazón cuando recordó lo que había sucedido. Había fallado en su intento de proteger a sus amigos… de nuevo. Esa Alicia Oscura, la muerte de los reyes, la traición de Valentina, la última voluntad de Faria… demasiadas cosas que habían ocurrido en muy poco tiempo.
“Oye, ¡oye!”
“Siempre he hecho todo lo que he podido… Siempre había pensado que mis acciones eran certeras. Ahora… ¿Qué podría hacer yo…?”
“No nos ignores, ¡no nos ignores!”
“¡Eh! ¡Ya he tenido bastantes sorpresas por hoy, ¿entendido?! ¡Dejad de dar la vara, voces extrañas!”
“Arriba, ¡arriba!”
Alicia se sentó, con todo el cuerpo dolorido, y miró hacia arriba, sobre el algo. Pequeñas hadas, que irradiaban una luz reconfortante, se arremolinaban sobre las aguas. Alicia parpadeó varias veces y se frotó los ojos para asegurarse de que las criaturillas no eran una ilusión.
“Qué rara, ¡qué rara!”
“Desde donde yo estoy vosotras sois las raras. ¿Podríais decirme dónde estoy?”
“Espera, ¡espera!”
“La llamaremos, ¡la llamaremos!” – con esas palabras, las hadas volaron hacia el centro del lago.
“Sería estupendo que fuese alguien que supiera tener una conversación normal.” – Alicia se levantó, y con un pase de manos, secó su vestido. Clavo la hoja de Excálibur en el suelo, y la usó para apoyarse, ya que su cuerpo todavía estaba débil tras el encuentro con su contraparte oscura. Mientras esperaba el retorno de las hadas, se encontró recordando el País de las Maravillas.
“Me imagino que aquí se sentirían como en casa. Allí hablaban tan mal como aquí. Tengo que decírselo a la hermana de Faria…” – murmuraba Alicia para sí misma.
“La hemos llamados, ¡la hemos llamado!” – Las hadas revoloteaban de vuelto, moviéndose en el aire presas de la emoción. En medio del grupo había un hada que Alicia inmediatamente reconoció como diferente a las demás. Cuando su mirada cayó sobre Alicia y Excálibur, una sonrisa de bienvenida apareció en su rostro. Alicia hizo un esfuerzo para sostenerse sin ayuda conforme la criatura se acercaba.
“Yo soy Viviane. Tú debes ser Alicia, ¿no es así?”
“¿Me conoces? ¿Puedes decirme dónde estoy?”
“Estás en Mythe Alora, la casa de las hadas. Si no recuerdo mal, los humanos lo conocen como el ‘Lago Mítico’. Fue aquí donde, hace varios años, le entregué la espada sagrada que ahora portas a Faria. Desde entonces el arma ha estado vinculada a la voluntad de Faria, y también a mí. Ahora te ha entregado la espada, y su poder, a ti.”
“Faria…”
“Aunque no es algo que haya buscado, el destino ha querido que me convierta en una guía para los héroes de este mundo. De esta forma, una vez más le confiaré esta espada a alguien que lleva el pesado manto del `héroe´. Esta hoja toma forma dependiendo de la voluntad y el poder de aquellos que la blanden. Faria deseaba proteger su nación, así que Excálibur se transformó en una herramienta para ese propósito. Así que, Alicia, ¿cuál es tu deseo?”
“…Debido a mi propia debilidad y temor, me dividí en dos seres. Ahora, mi otra yo se ha convertido en una grave amenaza para este mundo, y debe ser detenida.” – Alicia hizo una pausa.
“Pero también creo que merece ser salvada. Ella desea la venganza sobre cualquier otra cosa, y me temo que el odio y el miedo la han consumido, cayendo en la oscuridad que quería derrotar.”
“Ya veo. Si ese es tu deseo, coge tu espada.”
Siguiendo las ordenes de Viviane, Alicia tomó la espada sagrada. Tan pronto como cogió el mando, la espada salto repentinamente, flotando en el aire. Una poderosa aura envolvió al arma mientras asumía una nueva forma. Alicia pudo sentir un nuevo y misterioso poder fluyendo hacia ella.
“¿Este poder procede de la voluntad de Faria?”
“Faria te habrá entregado su poder, pero esto no es solo su fuerza. Por mucho tiempo has albergado un poder que ni siquiera conocías dentro de ti, y Faria nos pidió que te guiáramos en su despertar. Para defender este mundo, te entrego nuestra fuerza, para siempre.”
“¡Con esto aún tenemos una oportunidad! Tengo unos asuntos por resolver conmigo misma.”
“Muy bien, te acompañaremos pues.” – con un movimiento de su mano, Viviane llamo a la atención de las demás hadas.
“Escuchadme todas, vamos a partir, así que tenéis que prepararos.”
“Nos vamos, ¡nos vamos!”
“Preparativos, ¡preparativos!”
El nuevo don de Alicia estaba conectado con algo más que las hadas. Cuando invocó con su magia a sus compañeros del País de las Maravillas, vio que habían cambiado por la influencia de su poder. El Sombrerero Loco, la Liebre de Marzo y el Lirón aparecieron frente a Alicia, todos con un aspecto más elegante que nunca.
“Señorita Alicia, supongo que no nos habrá olvidado, ¿no es así?”
“Así es. El camino que se abre ante nosotros es más peligroso que nunca. Necesitará nuestra ayuda.”
“¡No es momento para dormirse en los laureles!”
Alicia sonrió con el regreso de sus amigos. Si su recién descubierto poder era tan poderoso como para invocarlos desde otros mundos, quizás sus probabilidades de éxito eran mayores de lo que creía.
“Aprecio vuestras gentiles palabras, pero, ¿cuándo os habéis vuelto tan responsables?”