BLOQUE DE ALICIA Los Siete Reyes de la Tierra II

in blog •  7 years ago 

A Faria siempre la han etiquetado como a alguien “que siempre intenta salvar el mundo”, pese a que ella nunca se ha visto como una heroína. Solo quería proteger a aquellos que le importaban.

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Esos sentimientos la llevaron, hace ya diez años, a forjar una determinación inquebrantable. Faria no era la única hija de la familia real de Gloria. Tenía un hermano mayor, Lars, y una hermana pequeña, Charlotte. Lars era un verdadero prodigio, realmente único en todo su linaje. Un virtuoso de nacimiento de la espada y la hechicería, todo el mundo esperaba el momento en el que ascendiera al trono y liderase a su país. Además de habilidoso, era un hombre enormemente compasivo, determinado a ayudar a quien estuviese en su mano. Faria se enorgullecía de llamarlo hermano.

Sin embargo, quizás cómo una forma de compensar el talento de su hermano, Charlotte había sido siempre muy frágil. Doctores de toda la nación habían tratado de hallar una cura para su dolencia, pero siempre era en vano. Se llegó a la conclusión de que lo único que podía salvar a la chiquilla era una gota de agua de Yggdrasil, el Árbol del Mundo. Charlotte nunca había salido de su habitación. Sus amigos eran los pájaros que veía desde su ventana cada mañana, y los lobos sagrados que corrían por el patio del palacio. A pesar de su recluida vida, Charlotte siempre tenía una sonrisa en la cara. “Puede que sea débil, pero soy feliz de tener a mis hermanos.”

Un día, Lars recibió unos rumores acerca de una cura para la enfermedad de su hermana. Aunque todavía había que verificar si esa información era real, Lars estaba tan preocupado por su hermana que no pudo quedarse sentado, esperando. De inmediato, se preparó para partir. Los rumores decían que aquel que podría salvar a su hermana vivía más allá del volcán de Certo, en una misteriosa ciudad llamada Vell-Savaria.

“Faria, volveré pronto. Regresaré sano y salvo. Te lo prometo. Mientras no esté, cuida de Charlotte y de nuestro pueblo.”

“Lars, ¿estás seguro? No sé si podré encargarme de algo tan importante. Además… no es seguro que haya nada más allá de Certo. Y las gentes de allí jamás te dejarán pasar impunemente. Lo sabes, ¿verdad? ¿Por qué aun así insistes en ir?”

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“Faria, por favor, trata de entenderlo. Si dejo pasar esta oportunidad de salvar a nuestra hermana, me arrepentiré el resto de mi vida. No hay nadie mejor preparado que yo para cruzar el volcán. No puedo dejarlo en manos de nadie más… al igual que no puedo dejar nuestra nación en mejores manos que las tuyas, Faria. Como monarca, tú lo harás mucho mejor que lo que yo siquiera podría imaginar. Puede que ahora creas que no es así, pero en algún momento lo entenderás.”

Faria se las arregló para mantener la compostura mientras su hermano se alejaba. Después, se derrumbó junto a la orilla del río, llorando de preocupación por su hermano. ¿Cómo iba a ser capaz de dirigir el país sin él?

“¿Por qué lloras?” – dijo una misteriosa voz.

“Mi hermano se ha ido.” – Contestó Faria, sin dudar, tras ver a su interlocutor.

“¿Y no va a volver?” – La misteriosa joven seguía preguntando, sin pudor.

“Ha dicho que va a volver, pero…”

“Entonces, ¿qué crees que deberías hacer?”

“Proteger nuestro hogar hasta que regrese, pero yo… como Reina…”

“Pienso que tener un lugar al que llamar hogar es algo precioso. Yo no tengo nada como eso, y me arrepiento de no haber sido capaz de protegerlo. Todo lo que puedo decirte es que debes confiar en aquellos que confían en ti.”

“Tú… ¿quién eres?”

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“Lo siento, pero tengo que irme, nos vemos. Se que puedes hacerlo, creo en ti.”

Y con esas palabras la muchacha desapareció tan repentinamente como había aparecido.

“Igual que él… pero, ¿quién era? ¿Ha sido un sueño?”

Poco después, la joven monarca recibió a Excalibur, la espada divina, de las aguas del mítico lago. Tras eso, subió al trono como Reina de Gloria


Así pasaron diez años. Faria se había convertido en la Reina Sagrada, y luchaba contra las fuerzas de Melgis en la frontera. Hasta que un día, recibió un extraño informe de un soldado.

“Vaya… tú también has visto a la chica… Está bien, gracias, puedes descansar.”

Los informes de avistamientos de una joven misteriosas se habían vuelto algo habitual, y Faria los había estado recopilando. Esta era la cuarta vez que se había reportado la situación.

  1. Avistamiento de una extraña chica volando por el cielo.
  2. Reportes de soldados que estaban siendo atacados por un dragón y que fueron salvados por una joven guerrera.
  3. Informes de soldados heridos que fueron salvados por la poderosa magia curativa de una sacerdotisa mientras regresaban al castillo.
  4. Hoy, un soldado ha informado de una muchacha con un objeto de ensueño invocando una especie de pequeños soldados.

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“No parece que sea un enemigo. Ahora que lo pienso, esto me recuerda a lo que me sucedió hace mucho tiempo. Era…”

“Lady Faria, Melgis ha comenzado su ataque.”

Antes de que Faria pudiese recordar lo que había ocurrido hacer diez años, un mensajero le llevó el mensaje de que las fuerzas enemigas comenzaban a moverse.”

“De acuerdo. ¡Adelante, mis valientes!”

Faria tenía tan solo catorce años cuando recibió a Excalibur. Desde ese momento ha protegido su nación de manera impecable. Honesta, pura y determinada, nunca se ha creído superior a los demás. Por todas estas razones, se la conoce como la Reina Sagrada.

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El soberano del país vecino, Melgis, sirve para ofrecer un contraste casi perfecto con Faria. Desde tiempos remotos, esa tierra ha carecido de guía, y la vida es dura y difícil. Incluso hoy los habitantes de las fortalezas de Certo arriesgan su vida cada día. Los soldados son presa de los dragones que usan en batalla. En este ambiente caótico, Melgis se hizo con el trono, tras matar al anterior rey.

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“Así que tú eres a la que llaman Reina Sagrada, ¿eh? Tendrás que disculparme, pero voy a conquistar tu patético país.”

“Tengo una promesa que mantener. No permitiré que un invasor ponga un solo pie en este reino, sin importar quien sea.”

Faria y Melgis se giraron para quedar el uno frente al otro. Ambos estaban preparados para lanzar el primer golpe.

“Eso es…”

“¿Qué ocurre, Perceval?”

Faria había mantenido su hoja sagrada en el más estricto de los secretos. Una memoria de un gran héroe de otro mundo. Faria solo había compartido esta información con Perceval.

“Siento el poder de una memoria parecida a la nuestra. Debe tener en sus manos la espada demoníaca.”

“¿Alguno de los Caballeros de la Mesa Redonda sabe acerca de esto?”

“Si. Por favor, tenga cuidado, mi señora. Si `él´ está en el bando del enemigo, debemos ir con cuidado.”

“Comprendo. En una batalla entre ejércitos habrá muchas bajas. Si lucho contra él en combate singular, puedo derrotar a Melgis sin poner en peligro a nadie. Escuchadme todos, esperadme aquí.”

Faria dio un paso adelante y llamó a Melgis.

“¡Rey en Llamas de Certo! ¡Vamos a solucionar esto con un duelo! Incluso alguien como tu debe estar en contra de un derramamiento de sangre inútil.”

“¡Ja! Me parece bien. La Espada Demoníaca se deleitará con tu cadáver.”

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Con ambos ejércitos con los ojos puestos en sus reyes, el duelo comenzó.

Sin embargo, un combate entre dos portadores de insignias no es algo que termine rápidamente. Desde el mediodía hasta que el sol comenzaba a ponerse por el oeste, el choque de sus espadas continuaba. Ninguno de los contendientes mostraba signos de agotamiento. A primera vista, Faria era más diestra con la espada. Pero cada vez que lograban golpear a su oponente, Melgis se levantaba como si nada hubiese ocurrido.

“Conque Reina Sagrada, ¿eh? No lo haces mal.”

“Aguantar tantos atacas de mi espada… ¿es también el poder de la espada demoníaca?”

“¡No es un poder de la espada demoníaca! ¡Es MI poder! ¡YO soy quien controla la espada! Se acabaron las tonterías, me estás aburriendo. ¡Esto termina ahora!

Melgis agarró con fuerza su espada, y un inmenso poder mágico comenzó a reunirse en torno a él.

“¡Arte Divino! ¡Liberación de la Espada Demoníaca! ¡Reina Sagrada, está será tu tumba!”

“Que enorme cantidad de energía… Algo así no debe ser fácil de repetir. Si no conseguimos esquivarlo…”

“¡Lancelot, ven a mí!”

A la llamada de Melgis, un solitario caballero emergió del campamento de Melgis, Envuelto en llamas, tenía un brillo de demencia en sus ojos. Era Lancelot, Caballero de la Mesa Redonda.

“¡Mi señora! ¡Tender cuidado!

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Perceval saltó para salvar a la Reina, pero de la espada de Lancelot surgió un lengua de fuego que rodeo a Faria, cortando toda posibilidad de huida. Aprovechando la ventaja, Melgis, lanzó su ataque. Laevateinn se movió como una centella. Con ese golpe, Melgis depositó todo su odio en la insignia. De la espada surgió una llama explosiva. Todo fue envuelto por una oleada de luz y calor, ocultando la escena a quienes estaban mirando.

Las tropas del Rey en llamas y el ejército de la Reina Sagrada no se movían. Se limitaban a mirar, sin estar seguros de que el combate hubiese llegado a su fin. En el centro del círculo de llamas, un Melgis entristecido se puso en pie.

“Melgis, lo has conseguido. ¿Por qué pareces tan decepcionado?” – Lancelot preguntó a Melgis. El caballero demente no tenía paciencia para la cortesía.

“No ha habido ninguna respuesta. He matado a innumerables enemigos, y siempre he sentido algo. Hoy, no había nada. Ha sido como cortar el aire.”

“¿Qué significa eso?”

Cuando las llamas mágicas se disiparon, la Reina Sagrada apareció en el centro, indemne. El viento bailaba a su alrededor. Una poderosa mágica curativa había envuelto a la reina, y junto a ella se encontraba una muchacha muy peculiar.

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“¿Quién es esa? Cómo si me importara. Esta vez has ganado. Incluso sin mi Arte Divino, acabaré contigo.”

“Mientras pueda matar a otros caballeros, nada más importa. Déjame luchar más la próxima vez.” – Lancelot no mostraba el más mínimo interés en la salvadora de Faria.

“Está bien.”

Melgis y su ejército comenzaron una rápida retirada a sus dominios.

“Tú… tú me has salvado. Gracias.”

“Has crecido bastante, vaya que sí. Sabía que serías una gran reina.”

La voz de su salvadora había captado su atención. Miró atentamente a la chica, y finalmente la reconoció.

“Sé que es imposible, pero eres tú, ¿verdad? Nos conocimos hace mucho, junto al río.”

“Algo se acerca. Hace diez años, pase por este mundo de casualidad. Que haya vuelto ahora… ¿será el destino?”

“No has cambiado anda en este tiempo. Hay muchas cosas que quiero saber, pero primero, contesta a la pregunta que te formule hace una década. Mi nombre es Faria, Reina de Gloria. ¿Quién eres tú?”

Faria por fin pudo escuchar la respuesta a la pregunta de hace años.

“Mi nombre es Alicia. Encantada de conocerte.”

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