El mundo siempre se ve envuelto en continuos cambios, debido a los requerimientos político-económicos y sociales que retan a la sociedad, provocando complejidad en las instituciones, y en las personas que las conforman insatisfacción con respecto a su vida laboral. Es decir, estos cambios afectan positiva o negativamente al personal interfiriendo en sus funciones laborales y las instituciones educativas no escapan de esta realidad.
Comprender lo que interviene en el rendimiento laboral para el alcance de los objetivos se hace necesario, teniendo presente que hoy día no es garante del éxito una persona con un coeficiente intelectual alto, sino que también debe contar con la capacidad de reaccionar en situaciones conflictivas, ser motivante y mantener una buena relación con los demás, en pocas palabras ser una persona emocionalmente inteligente.
Esto es afirmado por Goleman (2010) indicando que “Las reglas del trabajo están cambiando. Ahora se juzga según normas nuevas: ya no importa sólo la sagacidad, la preparación y la experiencia, sino como nos manejamos con nosotros mismos y con los demás.” (p. 17). Al respecto queda claro que en la actualidad el coeficiente intelectual no deja de ser relevante, sin embargo, el manejo correcto de las emociones propias y ajenas también juegan un gran papel en el ámbito laboral.