De niños, es tan fácil confundir el truco con magia.
Es tan fácil ganar. Es tan fácil regocijarse. Es tan fácil reír y sonreír.
Es tan fácil sentirse especial.
Cuando te dicen «te quiero mucho», lo sientes; se llena lo cálido en tu pecho, y aseguras quererles de vuelta.
Seguro que, en el transcurso del crecimiento, algo se avería.
Lo fácil se convierte en un distante imposible, y se rompen los cuentos, y fábulas, y moral, y te llenas de culpas y despecho e insuficiencia.
Familia se transforma. «Hogar» se reemplaza, a veces se pierde, y muchos no lo hallan, o solo hallan trozos en rincones tan disparatados, como en el verso de una canción melancólica, rozando a lo corta-venas, o en el curioso acento de un afable extranjero, o en esos púrpuras calcetines cálidos, o en las nubes anaranjadas-rosáceas en el atardecer, o en ese bendito restaurante de comida rápida que jamás queda en tu rumbo, o…
Y realmente jamás nos damos cuenta. Y vivimos así, aferrándonos en el espíritu de una remembranza hogareña que una vez vivimos, y estábamos tan llenos de esperanza por ese futuro que ahora es presente pero ya no lo queremos, y nos hallamos preguntando a diario en dónde está la hoja de renuncia para firmarla de inmediato porque no, no pedías esto. Tampoco pedía esto. No pedíamos esto. No queríamos nada, en realidad. Solo queríamos que la magia siempre fuera tan real y fascinante como la primera vez.
Pero las sonrisas se evaporan como las horas, y dan las tres de la mañana, y te ríes porque qué putas haces despierto y qué putas estás escribiendo, y no puedes concluir porque te faltan palabras.
¿Cómo tachar con calificativos y descalificativos? Hoy puede ser especial, para mañana no lo creo en realidad. Y no es hipócrita si solo se afina el criterio como el instrumento que es; dejas que la emoción se fije y la razón bajo juicio logra dominar los hilos de tus argumentos. Ethos, Pathos, Logos.
¿Se podría contener todo en un lente? ¿La burda travesía hacia el insufrible sentido de pertenencia? Perfectamente, pues el arte se salta las leyes implícitas y explícitas del almacenamiento. Se puede concentrar tanto amor como desdén como soledad como lo infinito, puede ser o no ser. Y el cómo juegas con los espacios, quizás, es lo que te nomina como un maestro o un novato en las artes.
Las sonrisas son rincones dulces y cálidos. Causarlas, evocarlas, sacarlas. Debes ser creador para después refugiarte en la obra y sentirte satisfecho. «Este es mi lugar favorito. »
Corta, larga duración. Se coleccionan, se vuelven inmortal, como el concepto del hogar que inconscientemente añoras volver, tarde o temprano. Lograrlo, o no, lo intentas. No lo logras a su totalidad, siempre, pero siempre se puede moldear los deseos, o sacrificar las inconformidades, valorando lo que ultimadamente has conseguido.
No te sientes tan incompleto al final. Cuando te das cuenta de todos esos rincones especiales, vives, y te alegras de vivir.
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