Un buen símil de la realidad puede ser una enorme cantidad de fichas de dominó cayendo unas contra otras, expandiéndose y haciendo que la caída, el primer impulse inicial, se descontrole hasta el infinito como límite.
Miremos a donde miremos estaremos viendo momentos diferentes de diferentes precipitaciones. El cielo nocturno es una muestra completa de diferentes tiempos que para el observador suceden ahora, pero es el pasado de esas estrellas.
No solo miramos distancias, miramos tiempos diferentes. Pero cada observador ve cielos diferentes.
En esa inmensa variedad de cuadros que se generan solo si son observados la selección del cuadro siguiente para un mismo observador solo lleva una regla: la entropía. El cuadro siguiente es aquel que lleva a más condiciones, nunca al contrario. El que más condiciones lleva coincide precisamente con el siguiente momento del su particular reloj que además indica la dirección de mayor desorden.
A más condiciones, más desorden.
Esta máxima es en la que se apoya la entropía, que es una consecuencia de la condicionalidad.
La dinámica de las condiciones que entre sí anula o multiplican o se ignoran da como resultado la dinámica de la entropía-sintropía, pero con tendencia al máximo desorden.
El caos trata siempre de organizar ordenes fractales y estos a su vez tienden a descomponerse de nuevo, como una eterna pelota que va rebotando, pero con amplitudes cada vez menores.
La propia dinámica del Samsara, por tanto, depende de los observadores, ya que sin ellos solo es una nube de probabilidad. Y los observadores se van multiplicando por lo que su nivel de orden va disminuyendo. Así se inician desde una sola conciencia de mayor orden a una miríada de conciencias mínimo orden.
Como una bola que al rebotar se divide en dos o tres y siguen botando… Una de ellas agarra más energía y su salto será más alto a costa de las demás cuyo rebote será menor.
En la nomenclatura buddhista, los niveles altos de orden son los cielos de los devas y los inferiores, los infiernos.
Cada uno mirando su parte del Samsara. Cada vez con una experiencia más terrible. Yendo todas las bolitas al final hacia el suelo… todas las conciencias acabando en el infierno.
Un infierno sin energía para logar escapar.
El observador observa y es el responsable de que el Samsara se coagule.
Pero ¿Qué hace que el observador observe?
Para observar es necesario que exista una condición para hacerlo y ésta es la ignorancia. Sin ignorancia no existe observación, puesto que no si se conoce lo que se recibe no hay información y sin información recibida no existe observación.
Acabar con la ignorancia, responsable del apego a la existencia, o sea, a la observación es la clave de la liberación.
Si sabes que es una película, nada que te pueda contar te informará, nada de lo que ves será observación y sin
observación no hay Samsara, al menos para ti.