A pesar del amor, los padres a menudo se equivocan cuando tratan de definir el futuro de sus hijos. Étienne Pascal no quería que su hijo Blaise estudiase matemáticas, por que pensaba que los números podrían volverlo loco; así que decidió sacar de su casa todos los textos de matemática.
Pero el joven empezó a estudiarla sin ninguna ayuda y a los 16 años ya había descubierto los teoremas más famosos, ya había escrito su primer libro y ya era respetado como matemático por los más renombrados matemáticos.
En resumidas cuentas: Blaise Pascal, contra todos los deseos de su padre, era un notable matemático, y no estaba loco, por lo menos no hasta ese momento.
A pesar de todo, el padre de Blaise Pascal estaba feliz con el talento de su hijo, porque inventó para él una maquina calculadora que le resultaba de gran utilidad para su tarea de recaudador de impuestos. El padre de Pascal estaba feliz con la primera calculadora de la historia, y también estaba en lo cierto, cuando pensó que su hijo con tal obsesión por la matemática, podía llegar a enloquecer.
Y así fue: Blaise Pascal entró en contacto con diferentes grupos religiosos, unos muy ortodoxos, otros considerados heréticos, todos fanáticos y preocupados por temas como el alma, el infierno, el cielo, el pecado y otros asuntos similares.
Y al final, aquella mezcla de matemática y religión, hizo colapsar la mente de Pascal, se dedicó a armonizar ambos campos y su talento no volvió a brillar.
Blaise Pascal murió de forma prematura, demasiado joven, cuando su inteligencia hubiera podido seguir brillando, dejó este mundo un día como hoy, 19 de agosto de 1662.
Y desde la nada y el silencio, su mente ha descubierto que la eternidad, como los números, es inagotable.
Estatua de Blaise Pascal, pensador francés del siglo XVII, esculpida por Augustin Pajou en 1781.