Si me permiten…
Analizaba la situación en silencio pero decidí compartir con ustedes lo que pudiera llamarse un desahogo en tinieblas. Quizá estas líneas se conviertan en una advertencia para lectores de otros países.
Maracaibo, segunda ciudad de Venezuela, urbe multicolor que mezcla tradición con modernismo; variados recursos minerales; habitada por gente de tan diversa fisonomía está sumida en la oscuridad.
Contamos con claridad durante el día gracias a la luz del sol pero total oscurana durante la noche por las recurrentes fallas del suministro eléctrico. A lo lejos en el firmamento, sobre las aguas del Lago del Coquivacoa, zigzaguean los famosos Relámpagos del Catatumbo.
Velas encendidas nos alumbran durante el insomnio forzado. Intenso calor, humedad, poca brisa. Nos acompañan zumbidos de zancudos, cri cri de grillos, ladridos de perros, graznidos de búhos o lechuzas que merodean el sector. En la madrugada el kikiriki de los gallos nos mantiene despiertos.
Así han transcurrido nuestras noches en los últimos días en la mayoría de nuestros hogares sin distingo de estatus socio-económico. Supongo que los gobernantes en sus residencias si tienen plantas eléctricas de emergencia pues ellos nunca pasan roncha como nosotros. Si no calzan nuestros zapatos jamás comprenderán a ciencia cierta lo que padece el pueblo.
Mientras la falta de inversión por parte del estado en la corporación Eléctrica Nacional Corpoelec encargada de generar y distribuir la energía eléctrica; el despido o renuncias masivas del recursos humano capacitado en el área (se estiman que se han retirado unos dieciocho mil profesionales y técnicos); el desmantelamiento de sus instalaciones; el uso indiscriminado de la energía, entre otras causas, nos mantienen en vilo al borde del precipicio.
La interrupción del servicio se hace sin previo aviso, sin ningún tipo de planificación, ni coordinación. Pueden ser tres horas durante la mañana, dos en la tarde y otras tres durante la noche-madrugada de un mismo día.
Los grandes centros comerciales y pequeñas tiendas y restaurantes permanecen cerrados durante la jornada laboral; las instituciones educativas se aprecian desoladas; en las calles vemos caos vehicular por falta de funcionamiento de los semáforos; las plataformas bancarias fuera de servicio; es casi nulo el servicio de internet; los medios de comunicación audiovisuales y digitales con severas fallas o fuera del aire; expendios de alimentos y medicinas cerrados.
Ante este panorama me pregunto ¿Por qué hemos guardado silencio? ¿Será que ya nos adaptamos? ¿Qué esperamos para reaccionar ante tanta indolencia? ¿Por qué desde la presidencia de la República no se han destituido a los altos directivos del Ministerio de energía eléctrica por su funesta gestión?
Al parecer la involución llegó para quedarse en Venezuela. Retrocedimos como sociedad en todos los aspectos pero mientras no se produzca la independencia de poderes el mal llamado “soberano” no se atreverá a salir de nuevo a las calles a exigir, como le respalda la constitución, se le respeten y garanticen sus derechos.
Solo quienes aquí vivimos sabemos lo que significa enfrentar día tras día tanta desidia. La cúpula roja por su parte se mantiene ocupada aprovechándose del botín financiando aspiraciones personales y su proyecto político dentro y fuera de Venezuela.
Más temprano que tarde saldremos de las tinieblas. Espero seguir aquí para ser testigo en primera fila de tan memorable día.